Unos manizaleños preocupados
Contraplano
Por Orlando Cadavid Correa
Viajaron por vía terrestre a Medellín tres entrañables amigos manizaleños, aprovechando el último ‘Puente Emiliani’ del año que se va, y disfrutaron en grande: montaron en el Metro, conocieron y atravesaron el Túnel de Occidente, le echaron un vistazo al escenario del trágico hundimiento de las torres “Spaice” y admiraron de cerca el famoso ‘Edificio Inteligente’ de las opulentas Empresas Públicas y los regios alumbrados navideños de la primera urbe paisa.
Cerradas y guardadas las guías turísticas maiceras, la tripleta le propuso a su anfitrión que los aceptara en tertulia como ‘ciudadanos preocupados’, cambiándose momentáneamente de nombres para exponer sus dolencias alrededor del terruñito amado: James se convirtió en Jeremías; Eduardo pasó a ser Justiniano y Victor se transformó en Juvenal.
De entrada, don Jeremías le dio cuerda al reloj de las nostalgias, después de soplarse el primer lamparazo: “Cuando uno estudia la historia de Manizales, y hace análisis a una cantidad de acontecimientos que suceden en ella, le surgen pensamientos, ideas que quisiera fuesen tenidas en cuenta por quienes ejercen liderazgo, ya sea este económico, político, gremial, gubernamental etcétera”.
Don Eduardo reforzó la opinión con este concepto: “No cabe ninguna duda de que la primera parte del siglo veinte fue la mejor para el desarrollo y progreso de la ciudad. Pareciera como si los incendios ocurridos alrededor de 1925 hubiesen sido un motor que impulsó muchas cosas, por sobre todas las cosas, el afán por la comunicación con los dos océanos y a través de ellos con el mundo, el cable aéreo, el ferrocarril del pacífico, que facilitaron la salida del café al exterior, permitieron también el impulso al comercio exterior y con ello la generación de divisas y riqueza para el país”.
Para don Víctor, “en la mitad del siglo aparecen “Los azucenos” y con ellos la creación de un fortín de empresas, lideradas por la metal mecánica, que dieron un desarrollo industrial a la ciudad, con la consabida generación de empleo, también de divisas, dando como resultado un progreso trascendental para Manizales y sus habitantes. Sin embargo, lo que no se cuida, lo que no se actualiza, termina deteriorándose y hasta muriendo; así pasó con las empresas, las vías, el mundo del café, y todo lo que esas actividades generaban, determinándose un estancamiento por efectos del aislamiento a que se ha visto sometido Manizales, tanto en la vía aérea como en la terrestre”.
Don ‘Jere’ retomó la palabra: “una ciudad que tiene poca seguridad en el cumplimiento de los vuelos que entran y salen a ella; una carretera a la capital de la república que no tiene unas características requeridas por los tracto camiones que existen hoy, pues aún se conservan especificaciones de cincuenta o más años atrás, determinándose con ello la imposibilidad de acceder a más del sesenta por ciento del mercado que es lo que significa no poder tener seguridad de llegar a Bogotá, no ofrece opciones claras a los inversionistas para venir y construir empresas en Manizales”.
La queja final de esta primera entrega de los ‘ciudadanos preocupados’ salió casi en coro: “Una ciudad que permitió que la carretera a Bogotá, hace dos años, estuviera fuera de servicio varios meses, sin que se escuchara fortaleza en las voces de quienes debían solicitar prontitud en su apertura, no puede aspirar a tener una actividad empresarial mayor”.
La apostilla: Dice el Banco Mundial, a través del doing bussines, que Manizales es la ciudad que ocupa el número uno en el país, en facilidades para hacer negocios, pero nada nos ganamos si esas condiciones y esas facilidades no están respaldadas con opciones de entrada de materia prima y salida de producto terminado al exterior.