El derrumbe del favorito
Por: Esteban Jaramillo
Hace un año, con sobredosis de fútbol, frente a su tribuna en delirio, Millonarios se corono campeón después de 24 años de abstinencia.
Este año, las previsiones de título con teorías optimistas de los aficionados y los periodistas, terminaron en perturbadoras sensaciones, por la prematura eliminación.
El destino cambio. Las necesidades fueron insatisfechas, los futbolistas-refuerzo no rindieron, las lesiones afectaron los planes, al igual que las reiteradas inhabilitaciones y el vestuario se infectó por la intolerancia.
No tuvo Millonarios, a lo largo de la temporada, recargas anímicas distintas a los goles de Dayro, que elevaron el fuego de la pasión de los seguidores albiazules y los llevaron, de nuevo, a soñar. Pero a Dayro se le extravió el camino. Su puntería fue cayendo y con ella la confianza ante la red, la que a lo largo de los años fue su amiga.
Fue un temporada infeliz, con eliminación en la libertadores, en el primer torneo, en la copa Postobon y ahora en la final de la liga.
La flexibilidad táctica del primer ejercicio de Hernán Torres, con título abordo, desapareció. La lentitud de trámite gobernó, se confundieron las zonas creativas y los recuperadores, aunque intensos, perdieron los papeles: prefirieron pegar a jugar.
El vestuario no asimilo la mano dura del entrenador, lo que acorralo la armonía y debilito la confianza general, afectando el espíritu ganador, una de las fortalezas en los momentos sublimes del equipo.
Las evidencias del mal juego, al final, fueron contundentes. Millonarios quiso construir sus triunfos con peones, con obreros de overol embarrado y kilómetros a cuestas, sin talento, sin figuras. En este aspecto, el que marca la diferencia por calidad, pocos brillaron.
Así se derrumbó su idea de título, así se destruyeron los pronósticos que lo daban ganador.