lunes noviembre 25 de 2024

Blog de Lucho Garzón

27 enero, 2014 Opinión

Los “ubérrimos” no se cansan de darle patadas a la paz. No importa cuántas rodillas quiebren y cuán “desfalcao” quede el país por culpa de su obsesión por mantenernos en guerra. Pregonan mentiras enteras —ni siquiera verdades a medias— sobre las negociaciones en La Habana. Hablan de supuestas impunidades, pero qué mala memoria tienen para recordar su actuar en el gobierno anterior.

Veamos: ¿Quién excarceló y agrandó en 2007 a “Rodrigo Granda”, el hoy negociador de las Farc? ¿Quién convirtió en “canciller” y “gestor de paz” a ese jefe guerrillero después de haberlo detenido en Caracas —detención que, por cierto, generó una hecatombe diplomática con Venezuela—? (lea aquí quién fue el responsable). O cambiemos de extrema, porque los “ubérrimos” han sido “justos” a la hora de repartir impunidades a diestra y siniestra: ¿Quién, a nombre de la seguridad democrática, facultó y promovió que el jefe paramilitar Salvatore Mancuso fuese recibido en 2004 con honores de mandatario en el Congreso de la República? O para no ir tan lejos… ¿Quién permitió en 2008 una reunión en la Casa de Nariño con “Job”, paramilitar reinsertado y otrora guerrillero? ¿De qué hablaron los funcionarios delegados por el Presidente de esa época con semejante sujeto cuya impaciencia para matar era ampliamente reconocida?

Lo anterior es una bicoca si se compara con lo que resultó de la “Ley de Justicia y Paz”. A mayo de 2013 —ocho años después de promulgada— se desmovilizaron 31.671 guerrilleros y paramilitares, pero apenas 1.700 pagaron algo de cárcel. Es decir, el 95 por ciento pasó “como Castaño por su casa”. Ni hubo justicia ni hubo paz. Peor todavía: la revista “Semana” anuncia para el próximo 15 de agosto la excarcelación de quienes reconocen su responsabilidad en crímenes contra más de 30.000 víctimas.

Aunque no pareciera posible, hay algo aún más indignante: las falsas desmovilizaciones y las “chuzadas” que dejaron a su paso el más alto nivel de impunidad para sus responsables, especialmente cuando su jefe (hoy ex Jefe de Estado) autorizó que ellos desacataran la justicia y facilitó su exilio en Panamá y no sé en qué playas de otros países. Por eso, desde esa oposición no tienen mucha autoridad para decirles a otros que acaten sentencias judiciales o fallos de órganos de control, cuando ellos mismos han mandado a evadirlos.

Nada más dañino que hacer falsos positivos con la paz. Si —como sugieren algunos— los generales Mora y Naranjo están encabezando el contingente de la arbitrariedad con las víctimas del conflicto, yo me declaro astronauta. Semejantes referentes militares —respetados y admirados por los colombianos— no dejan lugar a dudas sobre la causa que persiguen. Quien desconfíe, es un lunático, a no ser que aquí esté aplicando el adagio aquel de “el que las hace se las imagina”.

La semana pasada reaccionaron airados los extremos “ubérrimos” y “farianos”. Eso habla bien del camino correcto por el que vamos andando, este extremo centro que no va a permitir que las víctimas sean parte de un pasivo de la historia de Colombia. Serán ellas las que digan hasta dónde perdonarán, sin que eso signifique que debamos olvidar.

Víctimas unidas, jamás serán vencidas, ni por los que desde la llamada “justicia social” cometieron crímenes de lesa humanidad, como tampoco por quienes ahora pretenden posar de vengadores justicieros cuando han demostrado que no cumplieron ni con la justicia, ni con la reparación, y menos con la verdad y la paz.

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