Colombia descendió 76 puestos en desempeño ambiental en los últimos 8 años
De acuerdo con el Informe 2014 sobre el índice de desempeño ambiental, elaborado por las universidades de Yale y Columbia, y que es un referente en el mundo, Colombia ocupa el puesto 85 entre 178 países que son medidos en calidad del aire, saneamiento del agua, tratamiento de aguas residuales, agricultura, cubierta forestal, pesca, biodiversidad, energía e impactos en la salud.
La más baja puntuación nos ubica en el puesto 144 en agricultura, 104 en conservación del agua, 109 en protección de la salud y 100 en saneamiento del agua. El reciente informe ha pasado inadvertido mientras se acumulan los reclamos de organizaciones de derechos humanos, indígenas y afrocolombianas, ambientalistas y comunitarias, que denuncian la crisis ambiental en Colombia que se manifiesta en una alta tasa de deforestación, ocupación de áreas protegidas, alteraciones de los ecosistemas naturales como páramos y humedales, deterioro de los suelos, contaminación de las aguas y del aire. Expertos afirman que se ha destruido más del 30% de la cobertura forestal nativa y se señalan entre las principales fuentes de contaminación de las aguas, los residuos de las actividades industriales, agropecuarias y de las explotaciones mineras.
Algunas entidades como la Contraloría General de la República han llamado la atención sobre los efectos negativos de la minería en el país en las condiciones actuales, el deterioro irreversible del ambiente y sus recursos, que corre paralelo con altos niveles de pobreza en los municipios que supuestamente deberían beneficiarse de esta actividad. Distintas decisiones judiciales reconocen los altísimos costos y afectaciones que sufren las comunidades étnicas y sus territorios cuando de estos proyectos se trata. Ya no se trata solo de aplicar aquel viejo principio de que “el que contamina paga”, porque de lo que se trata es de daños irreversibles que no tienen precio, y porque contaminar se constituye en un delito que debe ser castigado, o mejor, prevenido.
Ya es hora de que voceros del gobierno nacional y representantes de intereses inversionistas nos dejen de calificar como “palos en la rueda del desarrollo” cada vez que levantamos la voz reclamando por los derechos de la madre tierra y la mayoría de sus hijos, y nos alistemos para dar debates serios y propositivos a nivel nacional y regional, sobre las prioridades del desarrollo que queremos y el futuro que debemos garantizar a las generaciones venideras. Este debate es fundamental para consolidar mejores condiciones para la paz que anhelamos y para desactivar factores de violencia en el postconflicto.