Mi última charla con Pacheco
Por: Ricardo Galán
Fue en la Casa de Nariño. Mientras esperaba para reunirse con el entonces Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez. Fueron como 5 o 10 minutos. Hablamos de fútbol. De Santafe, su equipo del alma y de Millonarios, el mío. De la crisis de los dos equipos de Bogotá que llevaban décadas sin ganar un campeonato, pero conservaban las mejores hinchadas del país.
Hablamos de la violencia en el fútbol. En las tribunas y fuera de ellas. De cómo habían cambiado los tiempos desde cuando hinchas rojos y azules podíamos ir al estadio y sentarnos unos al lado de los otros sin matarnos por un resultado, un penalti mal pitado o un gol mal anulado.
Posó con secretarias, escoltas, asistentes y señoras de la cafetería que querían tener una foto de recuerdo con él. Lo hizo siempre, con millones de personas que lo admiraban. Que lo querían como si fuera de la familia. Y de alguna manera lo era, porque durante más de 40 años entró todas las noches a nuestras casas a través de la televisión.
Estábamos en esas cuando del despacho presidencial salieron el banquero, Luis Carlos Sarmiento y el Presidente de la República. Los dos lo saludaron y el respondió con la misma sencillez y cordialidad con las que había atendido a la señora de los tintos y al soldado de la Guardia Presidencial. Así era Pacheco. Así fue siempre Pacheco.
Mi primer encuentro con él había sido como 25 o 30 años antes, en Animalandia, un programa que hacía en vivo y en directo los domingos por la mañana. Yo tendría 7 u 8 años y logré ir al programa porque mi tío Luis consiguió un par de boletas. Ese era mi programa favorito y él mi ídolo. Desde ese día, hasta nuestra última charla en la antesala del despacho presidencial, pasando por muchos otros momentos, siempre me llevé de Pacheco la misma impresión: Pacheco era igualito en persona que en televisión. Igual de espontáneo. Igual de sencillo. Cuanta falta le hace su ejemplo de buen humor, respeto al televidente y a sus compañeros. De humildad y profesionalismo a las nuevas generaciones.