Apuntes sobre los gobernantes tuiteros
Atravesamos una época de cambio en donde las tendencias se vuelven modas con mucha más facilidad que antes. Tiempos mediáticos en los que los gobernantes desecharon el papel a sus jefes de prensa, asesores en comunicaciones, jefes de protocolo y comunicaciones oficiales a punta de 140 caracteres. Disparar ‘tuits’ (tweets) desde sus tabletas o teléfonos celulares para responder la más mínima crítica en caliente, se convirtió en una tendencia que provoca guerras sin cuartel entre opositores y seguidores. Quién iba a creer que un ‘tuit’ se convertiría para un alcalde, ministro o presidente, en su razón de ser, su existencia en la vida pública, y lo que es peor, su perdición.
¿Cuántos ‘tuits’ del expresidente Uribe o del exalcalde Petro, no han generado tempestades en la opinión pública? En estos últimos ocho años, el llamado microblogging de Twitter, desarrollado por Jack Dorsey, ha enredado a 500 millones de usuarios, que trinan 65 millones de comentarios diarios, entre ellos todos los líderes de opinión, casi todos los políticos y una buena parte de empresarios. Es una maravilla para muchos que se informan en Twitter, pero un arma de doble filo para quienes se deben a sus electores y deben ejecutar más políticas que cazar peleas con sus detractores. Esa fue una de las perdiciones del exalcalde, quien respondía la más mínima crítica y se enredaba en interminables peleas de 140 caracteres.
Fue un mal ejemplo, pues un Alcalde para Bogotá, una ciudad de más de nueve millones de habitantes, con miles de problemas estructurales, debe tener una hoja de ruta clara y plan estratégico bien diseñado para gestionar esta metrópoli. Los alcaldes de las grandes capitales colombianas: Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, tienen unos deberes superiores no solo con sus electores sino con todos los ciudadanos y más con la historia. Pero vivimos una época frenética mediatizada en donde las nuevas tecnologías les han otorgado la posibilidad a los gobernantes de atrapar adeptos militantes, para que se muevan a su antojo como títeres bajo las misivas de 140 caracteres.
No se puede regular ni ponerle reglas a cómo se comunican las personas, independientemente si son políticos, empresarios o líderes de opinión, pero sí se puede aprender de la experiencia de los errores que se cometen cuando se actúa en caliente en las redes sociales. No sobra el consejo para el próximo alcalde de una gran ciudad o para el mismo Presidente: la prudencia, la paciencia, la estrategia, son virtudes de un funcionario público que riñen con Twitter, pero aún es tiempo de que un elegido se diferencie de una celebridad amante de los ‘selfie’, o de un adolescente que vive pendiente de sus amigo para darles ‘like’. El mal uso de los ‘tuits’ es devastador para cualquier funcionario que debe transformar la sociedad.