miércoles diciembre 18 de 2024

Buen colega

21 abril, 2014 Opinión Tomás Nieto

campanario

García Márquez no sólo fue un laureado y extraordinario escritor sino un periodista con toda la barba, como suele decirse para elogiar a alguien que se destaca en un oficio.

El mismo afirmó en repetidas ocasiones que jamás había dejado de ser periodista no obstante los premios, los honores, el dinero, la fama y el reconocimiento  universal que llegó a conquistar.

Para que no quedara duda alguna de esa reafirmación suya de periodista y de colegaje con los de su profesión, tuvo el buen detalle de morirse un jueves santo, primer día de un periodo por lo general ayuno de noticias y, por ende, de angustia infinita para los editores y jefes de redacción.

El gran plato de su muerte– no por esperada menos dolorosa — lo sirvió García Márquez al periodismo colombiano a manera de contribución con el oficio, que se regodeó —  en el mejor sentido  de la palabra – con una exaltación sin fin de sus ejecutorias y logros, tanto en el campo del periodismo como en el de la literatura donde fue el más grande de los colombianos.

En ese eterno solazarse por parte del agradecido periodismo colombiano con el inmenso Gabito, justo es exaltar en El Campanario el extraordinario documental elaborado por Exehomo Cetina, de RCN, sin desconocer el otro material presentado —  en gran parte producido con antelación ante la inminencia del desenlace – apenas justo y merecido ante la grandeza del personaje.

HABLANDO DE GABO

Dentro de todo lo escrito y dicho por la desaparición de Gabriel García Márquez, vale la pena destacar también las palabras pronunciadas por el presidente de la república, Juan Manuel Santos, que podría decirse fueron la mejor síntesis del sentimiento albergado por el pueblo colombiano.

Gracias al bendito telepronter pudo lucirse el primer mandatario de la nación y hacer llegar a sus conciudadanos un excelente mensaje, síntesis apropiada para el momento y que siguió al pie de la letra el sabio consejo de Baltasar Gracián, en el sentido de que si breve y bueno, dos veces bueno.

Claro que el más lego pudo adivinar en las palabras del Jefe del Estado una mano invisible como autora del panegírico, pues en ellas trasuntaban a las claras la mente y la  pluma de su hermano Enrique Santos Calderón, uno de los colombianos que más cerca estuvo y conoció al inmortal Gabo.

Hasta el punto de haber trabajado juntos en una aventura editorial sin precedentes para el país en una época donde pensar diferente era delito, intento que se convirtió en la mejor alternativa del momento para confrontar al poder y sus detentadores.

INFAME Y GROTESCA

No todo podía ser color de rosa alrededor del infausto suceso de la desaparición de Gabo, y para hacer cierto el viejo refrán que habla del pelo que siempre se descubre en la sopa, apareció María Fernanda Cabal, una de las figuras de la “nueva política”.

Infame, grotesca y maleducada, para no emplear otros términos que la retratarían de cuerpo entero, se dio sus dotes de pitonisa barata y auguró que Gabito muy pronto se iba a reunir en el infierno con su gran amigo, Fidel Castro.

Se salió de la caverna donde siempre ha vivido la esposa del presidente de Fedegán, y no pudo sustraerse a esa impronta que anima a los más recalcitrantes exponentes de la godarria colombiana, por fortuna cada vez menos.

Pero si de infiernos y castigos habla esta toglodita, es bueno que vaya incluyendo en la lista a muchos de sus compañeros de viaje en el CD, incluido su esposo, pues en la “paila mocha”, si es que existe, arderán no solo los de la izquierda sino también sus ídolos de la derecha.

QUE TRASERO ¡

El Campanario cambia de tema por otro más llamativo que pudo estar vedado en los días santos por aquello del respeto, el arrepentimiento y la castidad que empañan algunos pensamientos.

En una entrevista con la publicación Women’s Health, se quejó Sofía Vergara, al hacer una generalización injusta, que la gente se preocupa más por alabar  y admirar sus pechos pero no aprecia como debe ser su trasero, que tildó de “maravilloso”.

Además la colombiana se definió como “una tigresa” en la cama, y añadió que esperaba que su prometido, el envidiado Nick Loeb, apreciara todos los esfuerzos que ella hace “para complacerle”.

“Me siento muy sexi justo al despertarme, pero me siento aún más después de ducharme, cepillarme el pelo y maquillarme”, confesó la Vergara, poniendo a más de uno a pensar como sería ese espectáculo mañanero en la intimidad de su alcoba.

Todo lo afirmado por esta colombiana tiene su morbo pero resulta injusta la generalización que hace, porque por ejemplo, el autor de El Campanario, admira muchísimo más la retaguardia de la barranquillera que su vanguardia y en esa preferencia deben estar millones de hombres en todo el mundo.

Lástima, eso sí, que su autodefinición de ser “una tigresa en la cama” no pueda comprobarse fácilmente como lo de su trasero y sus pechos maravillosos, certificación sólo al alcance del privilegiado Nick Loeb.

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