Hacer empresa no es barato ni tan fácil
Hay lugares comunes y muchos clichés cuando de hablar sobre crear empresa se trata. Al igual que la innovación, el emprendimiento y el empresarismo, la creación de compañías por los jóvenes y mujeres es una constante en foros, seminarios, eventos, y más ahora, en campaña política. Pero nada más complejo que hacer empresa en un país como el nuestro, en donde los costos laborales, la escasa accesibilidad al crédito y la tramitología es pan de cada día.
Quienes están dedicados a fomentar la creación de empresas, particularmente las instituciones gubernamentales nunca tienen en cuenta las cifras reales y se remiten a hablar de estudios etéreos o regionales en donde se habla del potencial, pero nunca de los índices de frustraciones para quienes se meten en la titánica tarea de hacer empresa. Que 8 de cada 10 colombianos diga en una encuesta que hay condiciones para hacer empresa, no quiere decir que vaya a ser una realidad, y que esa misma realidad, lo lleve a abortar la iniciativa de emprendimiento. Y que 60 de cada 100 colombianos quiera montar negocios propios no habla de otra cosa que inconformidad con el actual trabajo, más que de las probabilidades de éxito de ser independiente.
De cada 100 negocios que nacen, solo 10 permanecen o perduran en el tiempo hasta madurar y verdaderamente generar nuevos empleos. La mortalidad y la frustración sigue habitando en la mayoría de los caos y las causas de este desenlace siempre son las mismas: tasas impositivas, financiación, escasa preparación, inexistentes estudios de mercado, costos de certificaciones legales, competencia, etc. Los gobiernos locales, regionales y nacionales no se han puesto a la tarea de ver por qué fracasan los emprendimientos y por qué no maduran las empresas en incubadoras.
La causa más pesada a la hora de hacer empresa tiene que ver con los costos de iniciación, los altos impuestos y la falta de preparación de los emprendedores, quienes fracasan a la hora de formalizar sus ideas. Pero hay un pecado original en casi todos los emprendimientos, particularmente entre los jóvenes egresados de facultades universitarias, y es el que tiene que ver con la verdadera intención de hacer empresa, pues para muchos es un escape al desempleo más que una vocación por crear independencia laboral. El otro, y no menos importante, es el que tiene que ver con el afán de hacer un negocio exitoso para venderlo a una multinacional. Hay un frenesí juvenil por ser un emprendedor tecnológico para lograr que una gran compañía la absorba por miles de millones. Toda esta casuística de fracaso aún no ha sido tabulada ni masificada y por ello se está convocando al fracaso por quienes ganan con ello, pues hay mucho dinero de por medio empujando soñadores.