Los goles y el Nobel
No fue, García Márquez, un futbolero comprometido. En una de sus pocas incursiones, en los años 50, calificó al fútbol como una religión dominical, en la que los aficionados pierden el sentido del ridículo, con reminiscencias que se leen hoy en la prensa mundial. A estos, a los aficionados, los llamó la santa hermandad que insulta y se desgarra.
Eran épocas en las que la camaradería y el compromiso constituían el pretexto para la fiesta del balón. Cuando el fútbol era arte ante el nervio de la tribuna y no había sido relegado por el fútbol negocio y directivos sin escrúpulos. Cuando los cronistas jugaban con metáforas e hipérboles, con la misma destreza con que los dioses de las canchas jugaban a la pelota, y los antisociales no invadían las tribunas. Era, el periodismo, como decía el maestro, “el mejor oficio del mundo”, documentando emociones, antes de que aparecieran la pirotecnia verbal, los hooligans de micrófono y los predicadores dueños de la voz y la razón. Cuenta Valdano que alguna vez Gabo lo felicitó por el gol que le hizo a Colombia, con eliminación de por medio, en el clasificatorio del mundial del 86, para evitar la invasiva pasión informativa que se avecinaba.
Gabo tuvo al Junior, a distancia, el motivo de sus amores futbolísticos. Como Gossain, Heriberto Fiorillo y Cepeda Zamudio entre tantos ilustres de las letras costeñas. Se rindió, admirado, ante Heleno de Freitas, un brasileño mezcla de abogado, bohemio, mujeriego y futbolista, jugador y entrenador, que llegó a Colombia viejo tras deslumbrar con la selección de su país. Amigo, además, de chompi Henríquez, zaguero ecuatoriano, como consta en la deliciosa entrevista que le concedió a Jorge Barraza, en uno de los sustanciosos seminarios sobre periodismo, en su escuela en Cartagena. Nunca negó que su revista “Crónica”, con tintes literarios, disminuyó la circulación cuando redujo en sus páginas las notas futboleras.
Fue claro y oportuno, García Márquez, cuando afirmó que el fútbol es impredecible en el resultado, mientras exista el árbitro. Y es que el fútbol pasa por la cancha con sus arrebatos técnicos y sus delirios de masa, pero también por la conciencia de quienes lo ejecutan o lo dirigen.
PD. Confesó el nobel que tomó ron blanco con los jugadores del sporting, el que era segundo equipo de Barranquilla, para interesarlos en la literatura. A lo largo de los años poco leyeron los futbolistas, pero mucho bebieron.