Mi destino desde la más temprana infancia ha estado inmerso en el mundo de los libros: Carlos Enrique Ruiz
Por: Jorge Consuegra
(Libros y Letras)
Uno no puede imaginarse a un ingeniero de caminos escribiendo poemas y menos haciendo una revista cultural, pero “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida” y ese milagro de la vida se da en Carlos Enrique Ruiz quien desde siempre ha estado sumergido en ese mundo fascinante de los libros y de la cultura en general.
Y tercamente sigue empeñado en sacar adelante su revista Aleph, que sin lugar a dudas, es una de las de más historia y trayectoria hay en el país.
– ¿Siempre su mundo estuvo rodeado de cultura?
– Por esas cosas extrañas, inexplicables, mi destino desde la más temprana infancia ha estado inmerso en lo que se ha dado en reconocer como “cultura”, es decir, ese mundo de los libros, los periódicos, las revistas, la música, las artes plásticas…con el deleite por vivir inmerso en esos asuntos.
– ¿Cuáles fueron los primeros libros que tuvo en sus manos?
– El primero, sin la menor duda, fue la Alegría de Leer, de Evangelista Quintana, esa inolvidable cartilla que tuve en los niveles 1 y 2 de la escuela primaria. Luego fueron apareciendo en mis manos El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y otros que me topaba por ahí.
– ¿Qué libro recuerda con especial cariño en tu adolescencia?
– El Don Quijote de Cervantes, que todavía me sigue acompañando.
– ¿Qué libro lo formó como lector?
– Resulta extraño, pero fue la cartilla la Alegría de Leer, por las maneras de introducirnos a ella por mi maestra de primeras letras: la Señorita Margarita, en la Escuela Santander de Manizales.
– ¿Leía más poesía que narrativa?
– He leído de todo, pero pasados los años me he aclimatado en la lectura de poesía y de ensayo, en lo fundamental. Acudo a leer novela y cuento, de manera muy selectiva. También leo libros de reportajes o de crónicas.
– ¿Cuáles fueron los temas de sus primeros escritos?
– He escrito poesía en todas las épocas de mi vida, y sin falta artículos, ensayos, reportajes, para periódicos y revistas, y textos para conferencias ocasionales. Dispongo de decenas de libretas escritas a mano, de donde han ido saliendo los libros que he conseguido publicar, con modestia y sin tocar puertas de nadie.
– ¿Por qué decidió estudiar Ingeniería?
– En el bachillerato fue estudiante aplicado en todas las áreas, con excepción de Religión, para la cual estuve negado. La Matemática, la Física, la Química, la Literatura, la Filosofía, fueron campos de mi particular atención. Al graduarme de bachiller en el Instituto Universitario de Caldas venía el problema de decidir a qué programa universitario acceder. Pensé en la carrera de Filosofía y en Ingeniería Civil. Me decidí por esta última, por cuanto veía posibilidades de, a su término, tener trabajo mejor remunerado para ayudar a mi familia, y levantar la propia, puesto que provenía de estrato “cero”. Y cumplí con ese propósito, pero nunca desligándome de las inquietudes intelectuales que he arrastrado en la vida.
– ¿Qué le cautiva de Borges?
– Me cautiva de Borges la “genialidad”, ejercida en escrituras creativas (poesía, cuento) y de ensayística, de absoluta singularidad, con sindéresis en el manejo del idioma y de las ideas, tan escasa en la generalidad de los escritores. Su caudalosa memoria que lo hacía ver como una enciclopedia viviente, compartida con amabilidad, y a veces con socarronería.
– ¿Qué lo llevó a publicar la revista Aleph?
– En 1966 vivíamos en la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, un renacer con el decanato del Ingeniero y Arquitecto Alfonso Carvajal-Escobar, personalidad con formación francesa, humanista, que tejió empatía con los estudiantes, en especial con quienes nos dábamos de “activistas culturales”. Era también tiempo del Rectorado del doctor José-Félix Patiño, y de Marta Traba como directora de Extensión Cultural, en toda la UN (cuatro sedes por entonces: Bogotá, Medellín, Palmira y Manizales). Además, en ese momento estaba personalmente inmerso en la lectura de “El retorno de los brujos”, donde encontré El Aleph de Borges, con la idea de simbiosis universal, lo que muy posteriormente llamamos en la revista Aleph, la “comprensión unitaria”. Y de ese estimulante ambiente académico y cultural vengo, trajinando a Aleph en el alma y en las manos, sin tregua.
– ¿Qué satisfacciones le ha dejado la publicación?
– La revista Aleph, más que satisfacciones, ha sido mi razón de ser en el mundo. Es especie de crónica de una obsesión, mi propia vida, y la de quienes me acompañan, con Livia a la cabeza, hijos, nietos, amigos entrañables, algunos de ellos agrupados en el “Consejo Editorial”, y antes en la que fue la “Fundación Aleph”, proyecto, por desgracia, desvanecido. Estoy en los 48 años de ella, con 168 ediciones al primer trimestre de 2014, con ediciones en papel y digitales, y con muchas ganas de celebrar los primeros ¡50! en el 2016, con epicentro en el mes de octubre.