¿Y si los mandamos al carajo?
Por Ricardo Galán
La campaña política más sucia de la historia entra en su recta final. Esta semana los electores deberemos escoger entre cinco candidatos, incluido el presidente en ejercicio, al próximo Presidente de Colombia.
No será una decisión fácil porque según las últimas encuestas y múltiples publicaciones de prensa, los dos favoritos son también los más corruptos. Eso es por lo menos lo que ellos esperan que pensemos el uno del otro.
En las últimas semanas las dos campañas favoritas han hecho su mejor esfuerzo para demostrarnos que son capaces de acudir a todo tipo de trampas para horadar la confianza ciudadana en su rival.
Las propuestas y las ideas para solucionar los grandes problemas del país no se han escuchado. Los candidatos de mayor aceptación no aceptan debatir con los demás para “no poner en riesgo su ventaja” en las encuestas.
A cambio hemos oído, visto y leído sobre espionaje e infiltración de las campañas, de la dudosa obtención de documentos oficiales como la lista de los beneficiados con la mermelada y el robo del computador de quien se encargó de filtrarla a los medios.
Hemos visto como se viola, de manera sistemática y descarada la Ley de Garantías. Como se utiliza, con el beneplácito de su Jefe, a la Fiscalía General como arma política para amenazar, amedrentar e intimidar rivales. Como usan la esperanza de los colombianos en la paz para manipular a la opinión pública tanto los promotores como los críticos del proceso de La Habana.
Hemos visto como contratan costosos asesores y hackers, pero no para mejorar el discurso, pulir propuestas o buscar la mejor manera de comunicarlas a los ciudadanos, sino para inflar o desinflar candidaturas, tender trampas y desprestigiar rivales de acuerdo con el vaivén de las encuestas.
Ha sido una campaña maloliente. Llena de basura y competencia desleal. Una porquería de campaña que para colmo de males opaca a las otras tres candidaturas que sólo reciben atención y cobertura de los grandes medios cuando se refieren o reaccionan a las tropelías de las dos punteras.
Han sido tan eficientes las dos campañas principales en enlodarse una a la otra que a estas alturas un gran número de electores no sabe por quién votar.
A ese grupo va mi pregunta que podría ser también una propuesta:
¿Y si los mandamos al carajo?