¡Victimas de todos los matices, unios!
Por: Alejo Vallejo B
Un aire de frescura que pretende convertirse en un espíritu de apertura para la construcción de un nuevo país, se respira desde el viernes último en Colombia, cuando Estado y Farc acordaron un decálogo que servirá de guía para meterle el diente al tema de las víctimas que constituye el cuarto punto del acuerdo de políticas para obtener la anhelada paz en la nación.
Ha llegado la hora de las víctimas, anunció el delegado jefe de la comisión del gobierno, Humberto de la Calle. Por primera vez en la historia del país, los actores en conflicto declararon estar dispuestos a reconocer que las víctimas son el centro de solución de esta larga guerra intestina que no termina y a todos nos consume.
Las víctimas no son sólo las de la confrontación y los errores de la guerra, dijo por su parte el jefe de la delegación fariana, Iván Márquez, luego de reconocer la responsabilidad histórica que esa organización asume, durante los largos años de lucha armada, frente a las numerosas víctimas y los hechos victimizantes que en su loca y ciega carrera la violencia produce a su paso devastador.
Las víctimas en el país ascienden a seis millones de colombianos mal contados. La gran mayoría de ellos por obra y gracia del desplazamiento, una práctica maléfica de vieja usanza que acabó convirtiendo a los campesinos desterrados y desempleados urbanos en ingentes ejércitos de mano de obra de un mercado neoliberal desfigurado, dispuesto en todo momento a servir de carne de cañón a un conflicto que nunca crearon. Además de los desempleados y subempleados están bajo la misma carpa los secuestrados y sus familias, los desaparecidos que nadie sabe en dónde están, los discapacitados por el efecto de la minas quiebrapatas, la población carcelaria atestada y sin miramientos en los centros de reclusión, las niñas sometidas al negocio de la prostitución y las mujeres embarazadas contra su voluntad, los expropiados, atracados y robados en los campos y en las ciudades, los indigentes y drogadictos que viven bajo los puentes y en los andenes, los niños y jóvenes que hacen malabares para entretener el hambre en los semáforos. Es larga la lista de las víctimas en este país porque también es cierto que las políticas económicas y sociales son instrumentos y herramientas en manos de funcionarios y burócratas que actúan y se escudan bajo el engaño y la trampa para aprovecharse de la población de menos recursos e ilustración.
El diálogo abierto y sin cortapisas que protagonizarán las víctimas en los foros regionales que tendrán lugar en Villavicencio, Barrancabermeja y Barranquilla a partir del 4 de julio, y el foro nacional en Cali, llevarán la nueva situación del país dentro del contexto abierto del pacto por la paz al foco de atención y escenario de prioridades que la realidad política y social reclama en primer plano, y que no es otra que la construcción de la paz y la defensa de los derechos humanos.
El reconocimiento de responsabilidades por las partes involucradas, frente a las interminables víctimas del conflicto armado, y la conformación de una comisión histórica dedicada al esclarecimiento de la verdad, incluyendo el estudio de causas, orígenes y efectos, junto con una subcomisión técnica con objeto de iniciar el tema de la preparación del fin del conflicto, constituyen anuncios que van más allá de la diatriba y la perorata.
No por estar ad portas de una nueva jornada electoral, las víctimas de la violencia y los malos gobiernos que sumamos millones en este desvencijado país, vamos a votar por un candidato que ayer personalizó los embates guerreristas del sistema que representa, y que hoy, por la fuerza de los acontecimientos y el acontecer de las fuerzas en conflicto, le han cogido por fin la caña de su vocación pacifista.
De una vez por todas, Colombia se encamina por el sendero de su propia libertad, enfrentado las sombras que entretejen los encantamientos fatales del terror, la violencia y la muerte. Nuevas voces se levantan en la fusión de los horizontes y nos invitan a compartir el diálogo intercultural que el país necesita para recuperar su identidad mancillada por los políticos del establecimiento.