miércoles diciembre 18 de 2024

La aventura de Alfredo Di Stéfano en Colombia

09 julio, 2014 Opinión Tomás Nieto

Campanario

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En su libro autobiográfico “Gracias, vieja” (referente a la pelota o la redonda), el maestro Alfredo Di Stéfano, quien falleció el lunes, en Madrid, a los 88 años de edad, le dedicó amplio espacio a su memorable paso por Colombia.

El jueves 11 de agosto de ese año de 1949, Alfredo di Stéfano y Pippo Rossi (Néstor Raúl) aterrizaron en Bogotá. Cinco mil personas acudieron a recibirles al aeropuerto de Techo. El club deportivo Los Millonarios había puesto treinta autobuses para que los aficionados se acercaran por primera vez a sus nuevos ídolos.  El presidente, Alfonso Senior,  fue hasta Cali, donde el avión hizo escala, para darles la bienvenida. Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Cali y Bogotá. Dos días de viaje. Durmieron en Lima. El domingo siguiente, 20.000 aficionados se dieron cita en las gradas de El Campín para ver en directo su debut. Nacía el llamado “Ballet azul”.

La reseña periodística

El día de su llegada, en el periódico El Tiempo escribieron sobre Alfredo di Stéfano: “Hoy llega a Bogotá el delantero más rápido y veloz del continente. Sus desplazamientos contra el arco enemigo son fantásticos y por eso ha merecido el apodo de “La Saeta rubia”. Sus remates son de una precisión desconcertante y posee una extraordinaria facilidad para el desmarque. Patea indistintamente con ambos pies e igual potencia”.

En el mes de junio de, 1949 Di Stéfano y Rossi les notificaron a las directivas del River Plate que si no les arreglaban los contratos, harían uso de unos tiquetes aéreos para irse a jugar a Colombia, pues las ofertas de Bogotá eran muy superiores a lo que ganaban en Buenos Aires. Pedernera (Adolfo) que ya se había ido en 1948 fue quien comenzó los contactos. Millonarios le había encomendado buscar dos o tres jugadores y él buscó a Di Stéfano y Rossi, que eran los jóvenes con más futuro en esa época. Un tal Pardo, presidente del River, los menospreció y les dijo que “si querían irse a morir allí, que se fueran”, y se fueron para Colombia!

Contrato por un año

Decía Di Stéfano: “El contrato que nos ofreció Millonarios era por un año. La amenaza de que quedábamos por fuera de la tutela de la FIFA no nos amedrantó. Había que romper el yugo que tenían los clubes argentinos”… “Le decía a mi novia Sara, luego su esposa: Estaba  en una disyuntiva: si me voy a Colombia, me caso a los 23 años, y si me voy a Europa, me caso a los 25”.

“No podíamos desperdiciar la oportunidad de ir a Colombia. Además de comenzar una nueva aventura en un fútbol que quería progresar, nunca había visto más dinero en mi vida… Cuando regresé a Buenos Aires para las navidades, llevaba una cantidad de dinero mayor de la que había visto en toda mi vida junta, gracias a lo que ahorraba del sueldo y los premios. Nos pagaban 1.200 pesos mensuales. Pagaba 120 en la pensión, que era un chalet, con comida y todo. De premio nos daban 300 pesos por partido ganado. En un año, en Colombia, ganábamos lo que en diez años, en Buenos Aires. Tuvimos la suerte de ganar cuatro campeonatos”.

Al principio,  el campeonato colombiano era al margen de la FIFA, pero luego se asustaron y se llegó a un acuerdo que nos permitía jugar hasta 1954. Jugábamos partidos internacionales; íbamos a la Pequeña Copa del Mundo, en Caracas”.

Una ciudad lúgubre

“Lo que más me chocó de Bogotá fue la tristeza que había en el ambiente. Toda la gente vestía de negro, de luto. Se debía a que se había producido el llamado “bogotazo” por el asesinato de Gaitán, un político liberal que era famosísimo. Había pasado ya un año, pero nada cambiaba. Existía más desigualdad que en Buenos Aires. La gente era de raza blanca, de origen español casi todos. La raza negra estaba más para Barranquilla. Los empresarios, la gente con dinero, comenzaron a invertir en el fútbol. Llegaron más de doscientos jugadores. Los uruguayos se afincaron en Cúcuta; los argentinos, en Bogotá y Medellin; los brasileños, en Barranquilla; los peruanos, en Cali. Había árbitros españoles e ingleses”.

Tolón Tilín

Confesión de Di Stéfano: “Mi miedo al avión comenzó  en Colombia. Los aviones eran muy pequeños y siempre teníamos que sobrevolar las montañas. Allí casi todas las ciudades estaban edificadas en las faldas de las montañas. En autobús no se podía ir porque las carreteras eran horribles y era complicado atravesar las cordilleras. En ferrocarril tampoco”. Los aviones se movían que daba miedo

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