Acerca de la cuestión ambiental
Por Libardo García Gallego
Hace 30 años una Misión Japonesa realizó un estudio a fondo sobre la cuenca del río Quindío, con recomendaciones para su óptimo manejo, casi todas las cuales han sido desechadas por los gobiernos locales, por las Universidades, por la CRQ., por el Comité de Cafeteros y por las entidades y personas con poder de decisión en materia de ordenamiento territorial del Depto. del Quindío.
Hoy, frente a los estragos provocados por el calentamiento global, producto del incontrolado desarrollismo; la prolongada sequía, el inevitable fenómeno del niño, la sustitución de la vocación agrícola tradicional del Quindío por la turística, decisión apresurada y perjudicial para los campesinos pobres y medianos, es preciso cuestionar de nuevo a quienes le abrieron las piernas a las empresas productoras de papel para que inundaran de coníferas nuestra cordillera central, a quienes no hacen respetar la ley ambiental en cuanto al área de protección de los nacimientos, ríos y quebradas, permitiendo a los ambiciosos ganaderos talar las cejas de monte y las orillas de los cauces de agua para abrirle espacio a la ganadería extensiva, una vaca por Ha., a quienes reparten sin control alguno licencias ambientales a las multinacionales mineras para que destruyan bosques, suelos, aguas y envenenen lo poco que quede.
Los japoneses recomendaron construir unos reservorios de agua en la parte plana del Depto. con el fin de irrigar los cafetales, con lo cual se incrementaría su producción en un 30%. Los “magos” de la Federación, dizque con el mismo fin, recomendaron quitar el sombrío, mejor que no hubiera frutales en medio de los cafetales; introdujeron variedades inadecuadas a nuestro ecosistema en reemplazo del café arábigo y estimularon la producción industrial de frutales. ¿Se hicieron suficientes estudios de riesgo ambiental? No los conocemos, pero son indispensables antes de tomar decisiones tan trascendentales.
Ahora los sabihondos del desarrollismo a ultranza se empeñan en transportar energía a través de líneas de alto voltaje, atentando contra la vida de la reserva Barbas-Bremen. Hace poco una experta argentina en conservación del medio ambiente recomendaba buscar alternativas, entre ellas, la vía subterránea u otro trazado sin alterar el medio ambiente. Nadie le paró bolas porque, como ella misma decía, son alternativas más costosas por ahora. No tienen en cuenta que es preciso calcular los costos a largo plazo. Lo lógico es que debemos saber más hoy que hace 120 años. Pienso que estaríamos mejor hoy si se hubiese conservado la selva quindiana.
Nos encontramos ante la amenaza de la megamineria, medio Quindío ha sido concesionado a la voracidad irresponsable de las multinacionales. Si el pueblo se queda quieto, absorto, mudo, impasible, complaciente con el modelo actual de desarrollo, nos traerán a como de lugar esta locomotora devastadora de bosques y suelos, contaminadora de aguas, perjudicial desde donde se le mire.
En relación con la permanente búsqueda de mejor calidad de vida, en la Costa Atlántica deben estar pensando algo similar. Allí se ha impuesto lo más barato, lo más rentable para X o Y empresa, sin importar el oscuro futuro. Mucho carbón exportado, mínimas regalías, abundante contaminación y turismo a la baja en Santa Marta. Estando a la orilla del mar no se les ha ocurrido instalar plantas desalinizadoras a objeto de obtener agua dulce para consumo humano y regadío. Los icebergs descongelados aumentan el volumen de agua oceánica. La respuesta es “cuesta muchísimo”, pero no piensan lo mismo cuando compran armamentos sofisticados para perseguir a los descontentos.
También nos lamentamos por lo que viene sucediendo en la altillanura oriental. Nunca nos dijeron en qué consistía la tecnología Star o explotación in situ del petróleo, del desvío irresponsable de los ríos, de la tala de bosques para los agrocombustibles. De igual manera nos mantienen ignorantes sobre las nefastas consecuencias para la salud humana y el medio ambiente que nos traerán los agrocombustibles y los transgénicos.
Armenia – Quindío