lunes noviembre 25 de 2024

El Ministerio de Mendoza

CONTRAPLANO

ORLANDO CADAVID

Por Orlando Cadavid Correa

Promediando la semana que ya pasó se cumplió el cincuentenario del nombramiento del abogado caldense Alberto Mendoza Hoyos como Ministro de Gobierno del Presidente Guillermo León Valencia, promulgado por el Palacio de San Carlos al anochecer del jueves 6 de agosto de 1964, justo en la mitad del segundo cuatrienio constitucional del Frente Nacional.

En el momento de la designación, el caballeroso jefe liberal manizaleño oficiaba como gobernador de Caldas, cargo en el que lo sucedería, al liar bártulos hacia Bogotá, su copartidario y amigo de siempre Ramón Marín Vargas, el inolvidable director del diario La Mañana.

El bucólico Barrio La Francia se dio el lujo de tener en su vecindario a tres gobernadores, todos pertenecientes al Liberalismo: Mendoza Hoyos, Marín Vargas y Oscar Salazar Chaves, quien cerró el ciclo y es el único sobreviviente de la tripleta. Vive lejos del mundanal ruido, en Chía, Cundinamarca, al norte de la capital del país, que tiene 97.000 habitantes. Cuando el pueblo era más pequeño lo recorría en bicicleta turismera, a placer,  el ex presidente Alberto Lleras Camargo, uno de sus moradores. Sus conciudadanos lo apodaban “El Monarca”.

La recién posesionada dupla de los Emes (Mendoza y Marín) supo por fuentes de insospechable seriedad que se le avecinaba a Caldas la llegada de un terrible sarampión separatista auspiciado por dos ambiciosos senadores (el cuyabro Ancízar López López y el salamineño Camilo Mejía Duque) que soñaban con la creación de los departamentos de Quindío y Risaralda para quedar con sus feudos electorales de bolsillo, sin tener que ir a Manizales de vez en cuando a rendirle cuentas al “blancaje” del que hablaría más adelante el senador Víctor Renán Barco. Resultaron estériles los esfuerzos del binomio para atajar la doble segregación. Las mayorías parlamentarias seducidas por don Ancízar y don Camilo despedazaron por la vía legislativa la mariposa verde que dibujó en bella metáfora el poeta de la raza don Luis Carlos González. También fue infructuosa la cruzada por la supervivencia de la integridad territorial que libró el médico Herman Bueno Ramírez.

Tras la dolorosa muerte prematura y repentina de Marín Vargas y concluida su gestión ministerial, Mendoza Hoyos regresó a su ciudad natal, de la que fue alcalde de lujo, y en dos elecciones sucesivas fue elegido senador. Ofició como embajador ante la FAO, en Roma, y fue presidente de  Sofasa. Murió el 26 de abril de 1994, a los 78 años, de una terrible enfermedad que la ciencia médica no pudo vencer.

Otto Morales Benítez, su par, lo definió como un hombre culto y erudito, de finas maneras, que ejerció la política con limpieza y trasparencia, sin herir, atropellar, ni incomodar, casi con pudor, sin propinarle un zarpazo a nadie  y supo brillar inteligentemente en la jurisprudencia y la literatura. Sus amigos decían que su mejor decisión fue no haber cerrado nunca su casa de La Francia, en Manizales.

Al despedirlo, escribió el Gran Otto de Riosucio en El Tiempo: “Hará falta Mendoza Hoyos para que las gentes aprecien cómo es el adiestramiento de la inteligencia sin ufanías. Para poner orden moral en la política. Para alentar la amistad con su diálogo discretísimo y la claridad de los juicios; la serenísima prudencia; el aupar los afanes de la cultura, rememorando lecturas y sonriendo, escéptico, casi imperceptiblemente, ante los alardes de equívoca erudición. Era un hombre con mandato de jerarquía humana e intelectual en la política, en la cultura, en el complejo ejercicio del existir. Con su muerte, nos sentimos despojados de un jefe natural del orden moral de la sociedad colombiana”.

La apostilla: Hombre que no daba con facilidad un SI en la política cotidiana, el día de su matrimonio, a la pregunta del cura sobre si aceptaba a su novia por esposa, el doctor Mendoza se abstuvo de soltar el consabido monosílabo y respondió con su voz suave: “Pues, bueno, padre”.

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