miércoles diciembre 18 de 2024

Todos deben de pedir perdón desde La Habana

17 agosto, 2014 El Ojo del Halkón

Ruben Dario Mejia Sanchez  25 02 12

 Por Rubén Darío Mejía Sánchez

No estoy del lado de nadie, ni del Gobierno ni de las FARC, pero sí de algo que espero ver antes que el Todopoderoso me llame a rendirle cuentas y es vivir en paz, lo que no ha pasado en los años que llevo de vida, pues exactamente nací cuando la violencia se recrudeció unos meses después del 9 de Abril de 1948.

Viví la violencia en mi pueblo natal, en donde se mataban por ser conservadores o liberales, en donde no se podían enamorar quienes fueran de partidos diferentes y donde vimos que todos los días había muertos en los campos y que las víctimas eran sin lugar a duda los campesinos inocentes que trabajaban para dar comida a las gentes de las ciudades.

Y fue precisamente sobre violencia y más exactamente sobre desplazamiento, cuando escribí por primera vez y una de mis notas estuvo publicada en un medio escrito, La Patria de Manizales, periódico de mi departamento, a donde el Rector del Instituto Neira, el doctor Márquez, donde estudiaba tomó uno de mis escritos y lo envió al diario, en donde vieron que era un tema de actualidad y fue publicado en la parte inferior de la sección de opinión, con mi nombre.

Fue emocionante, pero el origen de esta nota fue bastante triste, se trataba del desplazamiento de los trabajadores del campo, quienes no querían trabajar en el agro y que para una época, como la recolección de la cosecha, pusieron en aprietos a una mujer joven, con 8 hijos, grandes responsabilidades y con el peligro de perder la cosecha y no poder pagar las deudas contraídas en una de sus fincas, que le había dejado su esposo, esa mujer era mi madre.

Le vi llorar, estaba desesperada, había pasado toda la tarde del domingo tratando de contratar trabajadores y llegó cansada a casa, su rostro demacrado y lloró como una niña, yo estaba a su lado, por un tiempo no entendí lo que estaba sucediendo, pero esa ira que salía de mi corazón quise plasmarla en dos hojas de papel, que le mostré al Rector, un hombre bueno y con mirada fija hacia el futuro, quien me dijo “ojo pelao, esto es más grave de lo que se cree”, frunció el ceño, y serio, sin dejar de lado el periódico que leía desde la primera plana hasta la final, me dijo que si le regalaba lo escrito a lo que yo no tuve objeción y después fue que vi los resultados, de lo que sería mi primer escrito y el comienzo de una carrera periodística que aun ejerzo hasta este momento.

Todo lo anterior, para decir que miré de reojo lo que sucedió en La Habana el sábado 16 de Agosto, la llegada de un grupo de personas, víctimas del a violencia por muchos años y que esperaban mirar a los ojos a sus victimarios para decirles más de una verdad o gritarles simplemente a la cara todo su gran dolor y a pedirles que les pidieran perdón.

Si se mira desde el punto de vista periodístico, esto no pasa de ser más que un show, dentro de lo que ha sido la búsqueda por la paz y los diálogos entre el Gobierno y la Guerrilla, en la búsqueda de un cese al fuego y que vuelva la tranquilidad a un pueblo bueno, de gente sencilla y trabajadora que se lo merece; pero si lo miramos más a fondo, nos damos cuenta que al regreso las personas que estuvieron allí se encontraron un panorama totalmente diferente y regresaron con una ilusión y una esperanza de una verdadera paz y tranquilidad, pues los muertos no volverán, pero se dejará un futuro con mayores libertades y mejor para las futuras generaciones, que creo es lo que esperamos todos.

Se discute quienes deben de estar en esos grupos de víctimas que van a La Habana y creo que debe haber filtros, para que sean las verdaderas víctimas las que estén representadas y no quienes buscan figuración, tanto en el campo político como social.

Los enemigos de la paz son muchos, por una u otra circunstancia, por política o por economía, pero creo que es el momento de hacer un alto en el camino y pensar en serio, en un país grande, bello y rico, que a pesar de las circunstancias y lo que ha tenido que vivir no solo por las acciones de la Guerrilla, del narcotráfico, de los paramilitares y de los abusos de los representantes del mismo Estado, esté figurando en lugares de privilegio a nivel internacional.

Desde La Habana todos deben de pedir perdón, la Guerrilla por la gran cantidad de asesinatos, secuestros y extorsiones, además de los abusos a la sociedad civil; el Gobierno por sus abusos de autoridad, en donde han perdido los más indefensos, quienes no tienen como hablar y decir lo que sienten y recordar que siempre las víctimas por lo general son las que no tienen que ver con el conflicto.

Reparación, es la palabra de moda, pero reparar es devolver el terreno perdido, la confianza perdida y pedir perdón por las faltas cometidas, es entregar las parcelas a sus verdaderos propietarios, es dejar soñar con las estrellas, tener noches y amaneceres tranquilos y es dejar trabajar en paz.

Reparación también es decir la verdad sobre las masacres y los secuestros, decir dónde están los desaparecidos, si están vivos o muertos para que las familias puedan descansar sabiendo cual fue la suerte de sus seres queridos.

De verdad, verdad, aunque suene un poco cursi, lo que está sucediendo es emocionante y a pesar del escepticismo, como que estamos creyendo o mejor esperanzados en la firma de ese tan anhelado Proceso de Paz que se adelanta en La Habana.

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