Con la intolerancia nos estamos matando
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
El presidente Santos se mostró sorprendido al conocer las cifras de muertes y ataques por causa de la intolerancia en el país durante los últimos años y es que de verdad la muerte ronda por donde quiera y lo peor del caso es que no hacemos nada por evitarlo.
Los fines de semana que son los llamados de rumba se han convertido en un verdadero infierno y si no son los atracos callejeros, las riñas, es la intolerancia en los estadios de fútbol y digo en los estadios, porque no se ve que esto suceda en ningún otro escenario deportivo y para lástima, los estadios son los sitios donde un grupo de desadaptados se van a descargar sus energías y hacer de las suyas, evitando que los verdaderos hinchas y amantes del fútbol pasen una buena tarde o noche y las autoridades no hablan sino de intolerancia pero no de medidas para atacar a los que así se comportan.
Lo que está sucediendo en los colegios es bastante grave y es grave, porque el matoneo está acabando con la vida física y psicológicas de muchos niños y jóvenes, los que son atacados por otros niños y jóvenes que llenos de rencor y mal comportamiento quieren descargar sus iras que traen desde su casa en donde reina la violencia intrafamiliar. Y es que de verdad que se puede esperar de un niño o niña, hijos de padres irresponsables, padres que no respetan a sus esposas y esposas que en los hogares no les interesa sino mantenerse en las rumbas y en las actividades sociales cumpliéndose aquello de que los padres no saben dónde están sus hijos en estos momentos.
La irresponsabilidad es tal que madres y padres creen que a los hijos hay que tenerles la comida, el aparato de última tecnología y dinero, y que no se nos vuelva una carga, porque para muchos, es un sacrificio sentarse a la mesa a compartir los alimentos y hablar de lo que les sucede a los hijos, para buscar las soluciones a los problemas que estos tienen y creen que siendo irresponsables todo está solucionado.
Otros están totalmente equivocados al creer que en los centros educativos se educa y forma al joven, lo que se está es impartiendo conocimientos y estoy de acuerdo con algo que leí hace unos días en el Facebook que me llamó mucho la atención y era un cartel a la entrada de una institución educativa: “aquí impartimos conocimientos, la educación tráiganla de sus hogares” y así debe de ser.
Cuando esta semana se inicia la famosa semana de receso escolar, que el Gobierno instituyó para los colegios oficiales con el fin de ayudar a las agencias de turismo, para recuperar los dineros perdidos en las temporadas, llama mucho la atención cuando los padres se quejan de que van a hacer esta semana con los hijos en casa, cuando ellos deben de asistir al trabajo y de la manera que he escuchado a muchos de ellos, los hijos se han convertido en una verdadera carga y es así que el aliado para ayudarles a descargar de sus obligaciones es el internet, la televisión o la tecnología en general, porque al fin y al cabo los muchachos está ocupados y los padres, entre comillas, están libres.
Todo lo anterior, para darle la razón al Jefe del Estado, cuando pidió tolerancia a todos los colombianos, para que los vecinos sean buenos vecinos, para que los compañeros de clase sean buenos compañeros de clase y para que los compañeros de trabajo y jefes sean colaboradores entre si y que el matoneo que no es solo en los colegios, se aleje de las empresas, en especial en el sector público, donde quienes mandan creen que están en capacidad para tratar sin ningún respeto a sus subalternos y compañeros.
En Colombia, como en el mundo está pasando algo grave, la vida no vale nada y recuerdo que en mis comienzos de carrera periodística, la muerte de una persona era noticia de toda una semana en los diarios locales y nacionales, pero ahora nos hemos vuelto tan indiferentes ante lo que le sucede a quienes tenemos a nuestro lado que ya nada nos interesa.
Vuelvo y recuerdo lo de un eslogan que tenía la Policía Nacional hace unos años y que era de gran valor, “Educad al niño para que no tenga que castigar al hombre del mañana” y ahora lo que hacemos es deseducar al niño y llevarlo a su propia desgracia, con sus odios, con sus rencillas, con la falta de respeto y amor propio y mucho menos con amor y tolerancia por los demás.
Cuando existe este fenómeno tan grave, el Gobierno habla de construir cárceles, como si fuera la gran solución para corregir los errores y de una cosa si estoy seguro, es que el porcentaje de las personas que van a una cárcel y luego salen, salen sin haberse rehabilitado y dispuestas a hacer cosas más malas, porque la gran escuela del delito es la cárcel, en donde no hay programas especiales para que quien ha cometido una falta no la vuelva a cumplir y de donde se sale sin miedo y lleno de rencores y resentimientos.
Lo que hay que hacer para evitar todo lo anterior, hay que hacerlo desde los hogares, fomentando el amor, no destruyendo las uniones de pareja y no fomentando el desorden con las rumbas sin control todos los días, porque es muy difícil creer que una persona de bien pueda estar metido en un bar, cantina o bailadero de dudosa reputación hasta altas horas de la noche, cuando por lo general quienes van a esos lugares son personas de escasos recursos económicos que solo se pueden ganar un salario mínimo y lo que están fomentando ciertas autoridades es la irresponsabilidad, porque estos hombres y mujeres se gastan lo que tienen y no responden por sus obligaciones con su familia y a los muchachos los estamos llevando al camino de la perdición, en donde tienen que conseguir el dinero fácil para responder al glorioso compromiso de la rumba.
No digo que no haya ido a un lugar de diversión jamás, pero eso de tener libertades de 24 horas completas, no creo que sea lo mejor ni para los jóvenes, ni mucho menos para las niñas que se respeten y mucho menos para un padre o madre responsable.
Intolerancia y bla, bla, bla y bla, muchas declaraciones de los funcionarios del Gobierno, muchos titulares para los noticieros y prensa amarilla, pero soluciones por ningún lado y de verdad señor Presidente, por una sola mirada nos estamos matando.