martes julio 16 de 2024

Rafael Uribe Uribe, víctima de un complot político-religioso

20 octubre, 2014 Opinión Rodrigo Llano Isaza

rodrigo llano veedor del partido liberal

 Por Rodrigo Llano Isaza

Rafael Uribe Uribe cayó en las gradas del costado oriental del Capitolio Nacional el 15 de octubre de 1914 a la 1:30 de la tarde y, después de una larga agonía, murió a las 2:10 de la mañana del día siguiente.

La historia rosa colombiana nos enseña que los asesinos del doctor y general Rafael Uribe Uribe fueron Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal y la investigación del fiscal Rodríguez Forero concluyó, tajantemente, que nadie más tuvo que ver con el asesinato. Sin embargo, la lectura cuidadosa de la autopsia dice que fue atacado con armas contundentes, las hachuelas, y con arma cortante. El testigo presencial Tomás Cárdenas vio que con los dos conocidos asesinos «Estaba un sujeto vestido de cachaco…quien fue el primero que atacó al general con arma que Cárdenas vio brillar y le pareció manopla». Cárdenas se ofreció para declarar, pero nunca se le permitió su declaración.

¡Cómo es que en Caracas-Venezuela, el día 12 de octubre, tres días antes del magnicidio, se hubiera conocido la noticia del asesinato del general a golpes de hachuela?, ¿Por qué el diario La Buena Prensa de Medellín, un año antes, escribiera: El hacha de la justicia debe ser aplicada inmisericorde al general Uribe?, ¿Por qué Darío Torres en Chía, dos semanas antes, afirmara: los días del general están contados? ¿Y cómo es que Habacuc Melgarejo en Chipaque y Luis Enrique González en Mesitas del Colegio, sabían en marzo del 14, con seis meses de antelación, que el general sería asesinado a golpes de hacha? ¿O por qué Aurelio Cancino, que trabajaba en San José de Suaita anunció con 17 días de antelación, la fecha exacta del crimen y sabía de las actividades de Carvajal y Galarza? ¿Y por qué Alfredo García, pobre de solemnidad pero testigo del crimen, amenazó al general Pedro León Acosta con contar lo que el sabía y, de repente apareció con dinero, viajó a Barranquilla y siguió para Costa Rica sin que el Fiscal lo llamara a declarar? ¿No es muy extraño que los hermanos Hernández que estaban en la escena del crimen, con amistad reconocida con Carvajal, fueran contratados por Salomón Correal, director de la policía y bautizado por la sabiduría popular como «El general hachuela», y sacados de la ciudad, uno para Cartagena y otro para Santa Rosa de Viterbo, para evitar su declaración? ¿Y como es que el director de la policía asume la investigación, destituyendo al Inspector primero que tenía la competencia y le encarga el oficio al general Lubín Bonilla, pero cuando éste sospecha de Correal, es destituido y enviado a Arauca a solo dos días de comenzar su indagación?

¿Fue el gobierno? Es demasiado extraño que el Presidente Concha, el mejor penalista del país, hubiera permitido que el director de la policía asumiera la investigación del crimen y tolerara sus abusos y atropellos, y que hubiera tolerado que el juicio se demorara cuatro años para su inicio. Además, que nunca hubiera seguido con la investigación que llevaba el general Uribe sobre el desfalco de los fondos de la lucha contra la langosta, papeles que llevaba el general el día de su muerte y que se perdieron en el tumulto y por cuyas denuncias ya el secretario del fondo había sido puesto preso.

¿Fueron los Liberales? La prensa Liberal-Republicana, Eduardo Santos, Antonio José Restrepo, Armando Solano, Ricardo Tirado Macías, Ismael Enrique Arciniegas y Efraín Palacio se ensañó contra el general Uribe Uribe y crearon el clima, ayudados desde los púlpitos, para que se cometiera el magnicidio. Pero Tirado Macías invito a Julio Machado de Simijaca a que participara en el complot y en Tunja declaró que solo con la muerte del general se podría volver a unir el Partido Liberal, además, tenía un socio Juan Ignacio Gálvez que cuando lo llamaron a declarar, viajó al exterior.

¿Fueron los conservadores? El general Pedro León Acosta fallido asesino del Presidente Rafael Reyes fue reconocido por muchos, entre ellos por Adela Garavito, como el jefe de Carvajal y Galarza, hizo un paseo al Charquito con ellos dos, entraba con frecuencia a la carpintería de Galarza, se le enredó su coartada de no estar en Bogotá el día del crimen, tenía un caballo listo para su fuga en las caballerías Sayer y fue el que vieron entrando al colegio de San Bartolomé la noche del 14 de octubre por una puerta pequeña que daba a la calle 9, con los dos asesinos.

¿Fue la iglesia católica y más concretamente los Jesuitas? El arzobispo de Bogotá Monseñor Herrera Restrepo promovió el ataque desde los púlpitos contra el general. Mamerto Bonilla fue el primero en implicar a los jesuitas y se llegó a afirmar que el carlista español, director de la Compañía de Jesús, Rufino Berenstein había presenciado el crimen desde los balcones de San Bartolomé. Cuatro jesuitas fueron vinculados a la investigación, los padres Berenstein, Marco A. Restrepo, Rafael Tenorio y Fernando Araujo. Una extraña coincidencia, dos meses antes del magnicidio, apareció en el periódico de los Jesuitas que se llamaba «Sansón Carrasco» una caricatura en la primera página, allí estaba la muerte con su guadaña y, al frente, muy narizón, el general Uribe Uribe, el pie de la caricatura decía: «Para que se inspire el bobo Galarza».

Todos estos interrogantes fueron soslayados por el Fiscal Rodríguez Forero en los casi tres mil folios del expediente. La impunidad cubrió con su manto este impresionante complot.

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