El Ojo del Halkón En medio de la oscuridad y la esperanza
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Hay momentos tan difíciles que uno se siente incapaz de encontrar solución a los problemas que se presentan y muchas veces el asunto se vuelve tan complicado, como cuando no se ven salidas y cada día la cosa se vuelve más turbia y gris, como en las tardes bogotanas en esta época de duro invierno.
A veces sale en sol lánguido, que da la esperanza que el tiempo va a mejorar, pero más fuerte es lo que llega horas después en medio de un fuerte aguacero con descargas eléctricas, dejando desastres por doquiera, inundaciones, trancones en las grandes ciudades y desolación en el campo.
Nunca me había visto en una encrucijada tal de que mi vida pendiera de un hilo, por las amenazas de un energúmeno, que al no podérsele pagar unos centavos, quisiera pagarse con el más valioso regalo que me ha dado el creador y la naturaleza, como es la vida, pero aquí me doy cuenta de algo, como están las cosas, todo depende de la mano de Dios y es cuando comienzo a conocer quiénes son mis amigos y allegados y a los que les interesa a lo que a mí me está sucediendo, escribí hace algunas pocas horas en el Face algo relacionado a lo que ahora digo y decía que estaba mamado de las amenazas y el matoneo, pero son tantas las verdades que he dejado de decir, para cuidar mi vida y mis intereses y de los que están cerca de mí, que no hay nada de raro que estos secretos me los lleve cuando ya deje este mundo terrenal.
Lo que si diré es el nombre de este ser, al que no se le puede llamar persona y que cree que con amenazar y quitar la vida de alguien, todo lo tiene solucionado y lo peor del caso es que no es mucho dinero, sino unos pesos, lo que hace pensar que en un momento dado la vida no vale nada para muchos.
Los problemas económicos, la situación de salud propia y de mis allegados son los que me tienen en este momento en medio del desespero y quienes mucho podrían hacer no lo hacen, aunque la salud si tiene arreglo de antemano, porque aprendí desde niño a dejar mi vida y la salud, tanto la mía como la de mis allegados en las poderosas manos de Dios.
He amado como nadie al periodismo y por mezclarme con personas equivocadas que están en mí mismo oficio es que hoy estoy en esta encrucijada, lo que me hace pensar que todo lo que he dicho del profesionalismo de algo que he calificado como un apostolado se haya ido al traste como por que primero no hemos formado hijos, luego buenos estudiantes, más tarde excelentes profesionales y mucho menos buenas personas.
Me parecía curioso cuando leía a los grandes columnistas y escritores hablar de situaciones difíciles y de momentos sin salidas, sin pensar que en este mundo lleno de odio y de guerra, en donde no se ama a los demás ni a nosotros mismos estamos perdidos y de verdad esa mañana que tanto se espera parece que nunca llegara.
A mi país lo he vivido en una guerra fratricida desde el momento de mi nacimiento, crecí viendo muertos por doquier y después la violencia estuvo en mi hasta el punto de haber tenido que sufrir un secuestro que a la hora de la verdad se quedó en la impunidad y quienes lo hicieron siguen haciendo de las suyas en este pueblo que se desangra día a día, en donde las familias se están acabando, los padres no respetan a los hijos y mucho menos los hijos a los padres y que al final lo único que buscamos es simple y llanamente hacer justicia por nuestras propias manos.
He visto llorar a la señora que nos acompaña en la casa, porque manos criminales le arrebataron de sus manos a su hijo de 17 años, y ahora sufro en carne propia las amenazas y el miedo que por eso decía que era mejor que llegaran los hechos y no lo acabaran a uno lentamente.
En un país en donde por x o y circunstancias se presentan situaciones económicas difíciles, a nadie le importa cegar la vida de su semejante por poco o mucho dinero que se le adeude y puedo decir que por primera vez en mi vida, que pasa de más de 60 años siento miedo, no solo de la muerte física, sino de la deshonra a manos de quienes he considerado que son unos desadaptados.
Lo que me ha pasado en los últimos meses, se puede considerar como cuando un enfermo pasa mucho tiempo en cama, dependiendo de lo que digan los médicos y de lo que el dueño de la vida defina.
He sentido que se han desvanecido mis fuerzas y de verdad que ya no siento la alegría de escribir ni de sacar adelante las grandes empresas del periodismo por las que he luchado y he trabajado por más de 40 años.
Mi esposa me da fuerzas y quienes están cerca de Dios me hablan de Él y de verdad es lo único que me queda en esta tarde del sábado cuando he tenido que recibir los improperios más grandes por una persona sin alma y corazón, a quien no le han importado los problemas que he tenido que sortear y que espero poder cerrar mis ojos habiéndolo pagado a la hija de este no sé cómo calificarlo hasta el último peso que le debo que no es superior a un millón de pesos.
Si no creyera en Dios podría decir que me siento estar muerto y que este miserable ha logrado su cometido.
Las autoridades ya saben lo que ha pasado y nunca he negado los dineros que se adeudan y el porqué de no haberlos cancelado a tiempo.
Espero que Dios me cuide y me de muchos años de vida y que este hombre, que para colmo también trabaja en medios de comunicación no tenga la licencia de quitarme mi vida física.