El periodismo, sacro oficio víctima de profanaciones
Por Miguel Salavarrieta Marín*
Tradicionalmente hoy se celebra en Colombia el día del periodista, ese bello oficio cuyos obreros de la palabra tienen una enorme, sagrada y fundamental responsabilidad con el individuo y la sociedad ya que al construir discursivamente “la realidad” con su verdad y su objetividad se convierten en instrumento político de mucho poder, infortunadamente profanado por algunos individuos que ejercen esta actividad, pero cuya imagen negativa salpica a todos, porque aquí estamos acostumbrados a generalizar.
En nuestro país, en nuestra región, en medio de dificultades y tentaciones, tenemos periodistas aferrados a la ética, a la objetividad, a la verdad, al equilibrio informativo, a principios, poseedores de una gran responsabilidad frente a sus lectores y oyentes, porque saben que desde el cuarto poder se administra justicia y consecuentemente opinión.
La ética no va ligada a la discusión de si el periodista es empírico o profesional, porque de las dos “escuelas” tenemos buenos y malos ejemplos, pero si hay que reconocer que ante la carencia de reglamentaciones para su ejercicio formal, en nuestro país cualquiera, léase bien, cualquiera puede “convertirse” en “periodista”, pero no en médico, ingeniero, educador, abogado o en lo que queramos.
Y a ese vacío de normatividad formal, se suma la ausencia de ordenamientos jurídicos exclusivos que castigue los delitos del periodismo como existen para otras profesiones y no que estén contemplados dentro de una legislación general. Incluso me atrevo a decir que a nombre de la mal interpretada “libertad de expresión” son muchas las atrocidades que se cometen.
Lamentablemente cuando sus intereses riñen con los principios del buen periodista y su “aureola” de poder es mal concebida son tentados y vencidos por la gula (voracidad), avaricia, lujuria, vanidad (prepotentes y arrogantes),la ira y el orgullo (pecados capitales según el cristianismo), presentándose hasta posibles casos de falsarios y timadores.
“No hay cuña que más apriete que la del mismo palo”, pensarán unos y hasta exclamarán otros, pero unos y otros coincidirán conmigo en que esta ropa sucia ya no se puede lavar en casa y que el silencio cómplice del auditorio es por temor, pero que al periodismo hay que cuidarlo, defenderlo, blindarlo y amarlo.
Feliz Día a los Periodistas honestos, creíbles y veraces.
*Periodista independiente
Alaluzpublica.com febrero 9 de 2015