De los retos del Milenio: a la movilización ciudadana con el protagonismo de la juventud
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A las puertas de la VII Cumbre Mundial de Comunicación Política del 25 al 27, de junio de 2015, es bueno pensar: ¿cuál es el tipo de sociedad que quieren los jóvenes, desde el corazón de este país caribeño, pasando por México, Venezuela, Colombia, Bolivia o Argentina?
La repuesta, es que en medio de la globalización, la revolución de las TICs, el avance vertiginoso de las redes sociales, existe no solo pobreza, sino también inseguridad, crisis en la seguridad alimentaria y lo que es peor; la ausencia de credibilidad entre las nuevas generaciones de la capacidad del Estado por resolver sus problemas. Son muy pesimistas, en que la institucionalidad en sus países les garantice un futuro. Incluso, se sienten desplazados en su propio país. Potenciales inmigrantes, a cualquier lugar del planeta.
¿Qué respuesta se puede dar a este fenómeno desde República Dominicana, sede del más importante encuentro académico en materia de comunicación política, en la mitad del año? La respuesta es simple. Con todas las herramientas existentes, las naciones no han prosperado, porque la actual generación fracasó en evolucionar.
Si se observa con detenimiento, en las últimas tres décadas, el mundo se trazó importantes retos a través de los Objetivos del Milenio. Sin embargo. Muy pocas metas fueron alcanzadas. Paralelamente, los habitantes de los países, sumergidos en serios problemas de gobernabilidad y construcción de presente y futuro se movilizaron de manera sistemática organizada. Caso palpable Colombia, sumergido en la ruta de la paz y Venezuela, que reclama desde sus cimientos, un cambio a su sistema de Gobierno.
Pero más allá, de ese contexto político, lo que reclaman los jóvenes. Es que en ningún país del planeta, se registre la muerte de un niño por hambre. O la parálisis productiva de un hombre o una mujeres de 18 a 25 años, pro ausencia de oportunidades de trabajo, bajo el entendido que su mentalidad no es la de empleados, sino impulsores de una nueva dinámica económica, a partir de su conocimiento TICs.
Si a lo anterior, se le suma que el derecho a la vida de una persona, debe ser la más importante acción de los Estados, los jóvenes, no solo le dicen no a la violencia -en todas sus formas-. No comprenden como los hombres se matan hoy por el simple hecho de expresar ideas diferentes, produciendo un caos social, económico y político, como el de Venezuela, sumergida en la peor crisis de su historia.
La cita académica en Santo Domingo, debe convertirse en una plataforma para mirar más allá de la frontera de la innovación y la tecnología de la comunicación. Debe facilitar el reconocimiento de la historia, el patrimonio y el territorio, como eje fundamental de defensa de la naturaleza y la cultura. Porque si bien, la globalización fue un puente para interactuar entre comunidades y países, ha llegado la hora de repensar a las ciudades y el papel de los jóvenes, en ellas, para evitar que el desplazamiento interno y externo de esta población, entre a nutrir las frías cifras de las estadísticas de la pobreza. Algo que a todas luces es irracional. Porque lo que se debe buscar es preservar la vida, no edificar escenarios para apagarla de manera individual y colectiva. Ha llegado el tiempo de las nuevas generaciones. El ejercicio del voto, es más que un derecho político, es un derecho a la vida.
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