De Rolling por la Feria del Libro de Bogotá
Una gráfica bien elocuente. Nótese el contraste del arco que identifica el ingreso a Corferias, con el arco iris, en el plafondo de una tarde soleada. Y, los niños, como grandes protagonistas de la Feria del Libro de Bogotá. Foto: Patricia Arévalo Piñeros
Por: Ricardo Rondón Ch.
http://laplumalaherida.blogspot.com
La Feria Internacional del Libro de Bogotá, que este año tiene como país (imaginario) invitado a Macondo, transmite por estos días el color, la pulsión y la percepción surrealista de quien es su homenajeado: Gabriel García Márquez. Niños, jóvenes y adultos hacen su propia lectura de la aldea macondiana, dispuesta en el gran pabellón de 3.000 metros cuadrados, con una curaduría impecable, que el viernes pasado se vio atestado de público, cuando entre las seis de la tarde y las diez de la noche, el ingreso fue libre, como un atractivo de ‘La Noche del Libro’, decretado por la organización.
En Macondo, el pabellón, se oye permanente la voz de Gabo leyendo los capítulos de la novela que lo consagró como el genio perdurable de las letras y uno de los principales pilares y mentores del Realismo Mágico. En la parte central, donde está ubicada la gallera, narradores, teatreros, gitanos, músicos, juglares vallenatos, cuenteros, biógrafos, escritores, ensayistas y gabólogos locales, de aquí, de remotos territorios y de todas las estirpes, disertan y polemizan alrededor de la obra del Premio Nobel.
El ingenio y la creatividad de la pintura de asfalto, representado en un perfecto retrato de Gabriel García Márquez. Foto: Patricia Arévalo Piñeros
Cebe resaltar que la gallera no es como algunos se la imaginarán: las empalizadas o talanqueras donde se libran riñas de gallos con apuestas, corren ríos de aguardiente y desfilan, a ‘lo mero macho’, intérpretes de tonadas machistas y lacrimógenas remojadas en tequila. Nada que ver con las galleras rulfianas que tanto eco han hecho no sólo en la literatura sino en la fanfarronada latina de plumíferos masacrados a picotazos, rancheras y balas. Esta es una réplica, a menor escala, diseñada para la tertulia. De modo que el espacio en tarimas es reducido, por obvias razones de seguridad.
Fuera de Macondo, dos de los pabellones más visitados son el Infantil y el de Diseño y Caricatura. En el primero, hay mucho para ver y disfrutar con los pequeños en cuanto a literatura, lúdica, espacios académicos y de recreación, como el de Ecopetrol (patrocinador oficial del certamen) donde, durante toda la jornada, hay diversas actividades culturales, concursos y obsequios.
La fiesta sabatina en el Pabellón 6° corrió por cuenta de la Tuna de la Policía Nacional. Foto: La Pluma & La Herida
En el de Diseño y Caricatura, existen las una y mil posibilidades para públicos de todas las edades, que reúne lo más representativo del ingenio, el trazo, el retrato, la pintura, entre otras expresiones. Allí se pueden encontrar afiches entre $2.000 y $10.000, y caricaturas de destacados humoristas gráficos, a blanco y negro, y a color, entre $15.000 y $50.000. Además de colecciones de cómics, cursos de diseño, música, manualidades, entre otros oficios y artes creativos.
En este estimulante rolling por pabellones y recovecos de la feria, en especial el de Macondo, nos encontramos con el maestro Adolfo Pacheco, juglar y enciclopedista vallenato (de raigambre sabanero), y Daniel Samper Pizano, estudioso y cultor del género, que en otros encuentros como el Hay Festival, integran la dupla perfecta para debatir y desgranar anécdotas alrededor de la música vernácula: compositores, intérpretes, datos y fechas históricas, y el trasegar del folclore.
Uno de los lanzamientos más concurridos en lo que va corrido de Filbo 2015; el del libro testimonial ‘El Renacimiento de Natalia Ponce de León’. Foto: La Pluma & La Herida
Dos de los lanzamientos editoriales, con sus respectivas firmas de libros de mayor convocatoria, hasta el momento, han sido: ‘El Renacimiento de Natalia Ponce de León’, escrito por la periodista Martha Soto, de El Tiempo, que narra la tragedia, el drama y la nueva vida de la joven bogotana que fue atacada con ácido hace un año, y que ahora trabaja en el proyecto de la fundación que lleva su nombre, para víctimas de estas pusilánimes agresiones.
El otro fue la presentación de ‘La Oculta’, de Héctor Abad Faciolince, escritor de culto, que luego de ocho años retorna al género narrativo, y cuya protagonista es una finca enclavada en el municipio de Jericó (Antioquia), que cuenta la vida de una región, sus costumbres, sus habitantes, y la tierra, no desde la perspectiva del conflicto, sino como sentido de pertenencia y apego familiar. Para el autor, un proceso largo en el ejercicio de su escritura y de reflexiones alternas, que rompe con el síndrome de ‘El olvido que seremos’, uno de los libros más trascendentales de las últimas décadas, que aún navega en la memoria de los lectores.
El pintor colombiano Darío Ortiz en su stand del Pabellón 6° (segunda planta), donde promociona su libro de gran formato: Abece…Darío. Foto: La Pluma & la Herida
En la segunda planta del pabellón 6°, nos deleitamos con la Tuna de la Policía Nacional, que reunió a una considerable porción de simpatizantes con su repertorio de vibrantes pasodobles, páginas del folclore colombiano y latinoamericano. Y en ese mismo espacio, tuvimos la oportunidad de encontrarnos con el maestro Darío Ortiz, uno de los grandes de la plástica colombiana, residente en México, que está promocionando su libro de gran formato, ‘Abece…Darío’, con prólogo de la implacable y controvertida crítica de arte Avelina Lésper, y una amena conversación del pintor, a manera de abecedario, con el también crítico Fernando Panesso.
Un acto cultural para destacar en recinto cerrado, el del escritor tolimense Jorge Eliécer Pardo, con la presentación de sus relatos, ‘Los velos de la memoria’, ilustrados con fotografías suyas, en blanco y negro, de más de 300 rostros de mujeres que ha tomado, empezando por el de su señora madre. Mujeres de distintas edades, víctimas del desarraigo y la violencia en Colombia, y de todos los vejámenes y desolaciones derivados del conflicto armado. Pardo hizo su intervención acompañado del poeta Jotamario Arbeláez, del politólogo León Valencia y de la actriz y directora teatral María León, quien leyó varios de sus textos, en el marco de una bella y conmovedora exposición de sus retratos procesados en velos, bajo la técnica conocida como sublimación.
La gallera de Macondo, uno de los atractivos de Filbo 2015. Foto: La Pluma & La Herida
Otro personaje de grandes ligas, en el apartado del humor gráfico, que a donde va o se presenta, lleva fanaticada propia, es Julio César González, mejor conocido como ‘Matador’, el artista que a través de sus trazos, de su acervo cultural y político, y de su pluma demoledora con el poder, pone a cranear al país con un esbozo de sonrisa, que ya es su sello en todas y cada una de sus caricaturas. El ‘Matador’ inagotable de la sátira política, pero también el divertido contador de historias, y el dibujante de colección, cuando de retratar se trata. Recomendables los monos que dibujó en homenaje a Gabo.
Dos autores que no necesitan pasar tarjeta de invitación para llenar auditorios, son: Dasso Saldívar, el escritor y primer biógrafo de Gabriel García Márquez, que presentó su novela ‘Los Soles de Amalfi’, una deuda que él tenía pendiente con la nostalgia, representada en la diáspora de los años de indulgencia, cuando muy joven emigró a España a construir, con esfuerzo y dedicación el bien cimentado edificio de su carrera literaria.
Héctor Abad y su nueva novela ‘La Oculta’, uno de los libros más vendidos de la feria. Foto: Filbo 2015
Y, Andrés Ospina, el ‘bogotálogo’ irredento, autor de dos volúmenes de un diccionario especializado en términos, dimes y diretes propios del sincretismo capitalino; y de la novela ‘Ximénez’, inspirada en el decimonónico cronista de judiciales de El Tiempo. Con ‘Chapinero’, su nueva novela, Ospina reafirma porqué es un escritor de arraigo, puntual y disciplinado, que lleva a Bogotá incrustada en el pecho.
Apuntes de oídas en el tránsito del cronista: Mucha gente coincide y se queja de la desinformación que hay con respecto a la programación editorial y cultural, pese al boletín impreso que entregan a la entrada de la feria. Y es cierto. Por ejemplo, el sábado intentamos por todos los medios ubicar en el Pabellón Infantil el acto de presentación del libro ‘Pégale duro, Joey’, de la escritora Beatriz Caballero, de Ediciones Rocca. Ninguna de las asistentes con distintivo de la feria, dio razón. Igual sucede para ubicar las salas donde se realizan conferencias y conversatorios. El extravío se produce porque no están rotuladas. La gente termina cansada de dar vueltas. Los reproches por ese descuido en información y logística, son de todos los días.
La caricatura, el diseño, el humor gráfico, tienen su sitial de honor en Filbo 2015. De los pabellones más visitados. Foto La Pluma & La Herida
Con todo esto, la Feria Internacional del Libro de Bogotá, en su semana de arranque, ha contado con una asistencia masiva. Ni imaginar el puente festivo que se avecina, el del 1° de mayo. La idea es programarse con anterioridad y llegar temprano. Y, en lo posible, no llevar niños de brazos, porque son ellos, y por supuestos los padres, quienes sufren el desbarajuste y el estrés de los tumultos. Lo mismo que las damas en estado de embarazo. Y ¡mucho ojo! Así como ingresan las personas que realmente están interesadas en las novedades editoriales, en los conversatorios y en el recorrido por los pabellones, también se reflejan esas sombras sospechosas que acometen, con las mas sorprendentes artimañas, en el bolsillo ajeno. Hay que andar prevenido y no dar papaya.
La gran fiesta de los libros, el encuentro ideal con los amigos, los escritores, la gente de aquí y allá que asiste con su familia en pos de un libro, un experto de quién aprender, un debate para trenzar, o ese saludable ejercicio para la inspiración y la memoria que significa leer y descubrir nuevos mundos, como el Macondo de Gabo que, desde su genialidad y consagración, nos dejó como legado, y que hoy tenemos la fortuna de admirar y comentar, porque no obstante la fantasía que encierra, es un universo de puertas abiertas; ahora y para la posteridad.