Y la noche que llega
Luego de lo vivido la semana anterior, los colombianos estamos realmente preocupados. Esa es la realidad y de ello se derivan las expresiones que en concentraciones públicas hemos visto, algunas exageradas y ofensivas ante el Presidente.
De allí que nos preguntemos: ¿Qué piensa el señor Presidente? Qué ocupa la mente de quienes hasta hoy son amigos de la paz sin cortapisas? Que ocupa la mente de quienes no quieren la paz? (si es que alguien en realidad no la quiere) Que ocupa la mente de los colombianos que, como yo, anhelamos la paz a todo trance, pero sin que de allí se deriven consecuencias nefastas para nuestro país, para la libertad, precaria o extraordinaria, no importa, de la que disfrutamos? Que hacer, que decir, que pedir, que exigir? Cómo actuar?
Lo cierto es que las manifestaciones de la ciudadanía en el fin de semana tienen un gran contenido de descontento, descontento derivado de lo que no se ve en lo recorrido en las conversaciones de la Habana. Descontento por lo que las Frac pretenden que aceptemos. Lo que sin más y sin menos manifiestan pretender, lo que se materializa al insinuar que la responsabilidad es del Gobierno al disponer Fuerza Pública en algunos territorios, territorios de uso exclusivo de los narcotraficantes de las Farc que, al parecer, no obedecen a la Habana o que simplemente hacen valer su condición de ser integrantes de las Farc y de una inmunidad aún no declarada pero que si es parte de sus aspiraciones.
A qué grado de alevosía hemos llegado, que el “profarc” del Fiscal salió a manifestar que lo habido en contra de las Fuerzas del Orden era simplemente un crimen de guerra; crimen que debe ser sancionado de conformidad con las normas internacionales. Y, de contera, y haciendo simple memoria, podríamos preguntarnos: ¿En cuantas oportunidades las Farc han atacado, no ya a las Fuerzas Militares, sino a la comunidad, y nuestro Fiscal, en contra de lo manifestado en esta oportunidad, ha buscado acomodar tales acciones a delito político, sólo con el fin de aliviar cualquier potencial castigo contra los autores intelectuales de estos ataques y abrir para ellos una puerta a la impunidad, o si se quiere, una justificación a tales actos dadas las características filosóficas, si cabe, de la lucha que libran?
Son todas preguntas que nos hacemos los colombianos. Desde luego que, para algunos, las manifestaciones habidas el fin de semana son solo expresiones de cuatro gatos que hicieron la bulla; bulla estruendosa, pero bulla, a tal grado que el Presidente, finalmente, debió abreviar sus palabras.
Imprudencia, que sirvió para que algunos de los inevitables vándalos y desadaptados le gritaran improperios. Quizás su sola presencia habría sido suficiente demostración de solidaridad con el pueblo y con las familias de los desaparecidos y con las Fuerzas Armadas.
Ahora, es claro que la propuesta de Zuluaga en la pasada campaña presidencial deberá ser aplicada. Es decir, a las Farc habrá que ponerlas en su sitio y, si bien no pedirles una rendición, como tal, si hay que decirles que si quieren la paz, tal paz hay que construirla. Y no precisamente se construye con más violencia. Creo, firmemente, que los colombianos estamos dispuestos a conceder ciertas ventajas a los integrantes de esos grupos para que, cumplidas las penas, grandes o pequeñas, puedan integrase a la vida política y desde allí ofrecer alternativas de poder y soluciones. Pero, lo que no entendemos, es el desafío permanente que se le hace a la sociedad con las manifestaciones de algunos de sus negociadores, las que, más que ayudar, entorpecen los desarrollos del proceso.
Habrá allí un alguien que les diga “Por qué no te callas?” y permitir que las cosas se desenvuelvan y tengamos finalmente un país en el que todos podamos vivir y morir sin sosobra?
Finalmente tengo una pregunta: ¿Cómo es que, cuando una patrulla del Ejército acampa, no se establecen turnos de vigilancia permanentes? ¿Acaso de haber existido tal vigilancia, el ataque no habría tenido a su favor la total sorpresa? Bueno será tener una respuesta, y contundente.
Manizales, abril 21 de 2015