Lecciones de vida
En consonancia con sus éxitos y sin límites para la evolución de sus aptitudes, crece la fama de James Rodríguez en el mundo del balón. El súper héroe ocupa espacios en la prensa, día tras día, con encendidos elogios, por el placer que produce verle jugar y la eficacia de sus presentaciones, como remolque de lujo en los objetivos de Real Madrid. En contraste, “el coloso” va al abismo: se derrumba Freddy Rincón, con huella profunda en la memoria colectiva, como uno de los mejores en la historia del fútbol colombiano.
James ha sabido soportar la presión y el empuje de la fama, y, con cordura admirable, se expresa dentro y fuera de las canchas, con base en el esfuerzo, en su innata calidad y en su impecable condición humana.
Sus goles y su vida paralela, contrastan con los autogoles de Rincón y sus confusos episodios, en la mira de los sabuesos de Interpol que le siguen la huella por el mundo.
Sus negocios, en el escrutinio de la autoridad, se sospecha, tomaron caminos distintos a los que a él lo distinguieron en los campos de competencia. Freddy fue una aplanadora disputando la pelota, con polifuncionales recorridos impregnados de calidad; desarrollaba un juego maravilloso, moderno, asociado, con impecables apariciones en la zona de gol. Fue un ganador en España, en Italia, en Brasil y en Colombia.
Mientras marchan las comprobaciones para darle veracidad a su versión sobre los delitos que se le imputan, es preferible mantener vivo el recuerdo de su magistral gol contra Alemania, en Italia 90, su prodigiosa participación con Colombia en el cinco a cero contra Argentina, o su liderazgo como capitán, cuando Corinthians consiguió el primer título mundial de clubes.
Nota al margen: Conmueve la indiferencia con que Freddy enfrenta la causa ante la justicia panameña. Con ingenuidad infantil, le resta importancia al proceso y a las repercusiones legales a las que se ve abocado. Se ve distante de la realidad, inconsciente del peligro que le acecha.