Hambre de triunfo…
Por Esteban Jaramillo Osorio.
La tentación a la crítica, con manipulada percepción del fútbol, trae en ciertos casos un abusivo beneficio personal, con burlas y descalificaciones rotundas, por una derrota de la selección nacional, su técnico y quienes la conforman.
Cierto es que el combinado nuestro, dista y bastante, de aquel que dio cátedra, catapulto a sus ídolos y recogió elogios, en el mundial de Brasil. La actual es una versión desmejorada, en lo individual y lo colectivo, lo que ha significado el cambio de la percepción por parte de los aficionados.
Hasta ahora, Colombia es un equipo condicionado por sus deficiencias físicas, sin ritmo sostenido, carente de sorpresa y confundido por las modificaciones que llegan desde el banco de relevos.
Antes del evento, nuestra fortaleza, con jugadores confiables, era la delantera. Preocupaba el sector defensivo, por la inactividad de los elegidos. En competencia la situación fue distinta. El muro de contención se fortaleció en el centro, por el significativo aporte de Carlos Sánchez y Jeison Murillo y se debilito en el frente de ataque por la caótica verticalidad, carente de precisión en los pases, sin amplio dominio de la pelota.
Desconectado, enfrentado a sus limitaciones, lo que lo hace ver en ocasiones incompetente, el seleccionado nacional reduce márgenes de confianza. Sobre todo ahora que se prepara para confrontar con Argentina, equipo diezmado por la inconsistencia de sus ídolos, pero respetado siempre por la imprevisible calidad de algunos de sus protagonistas, comandados por Messi.
Colombia tiene fútbol para ganar el juego del viernes, pero debe desarchivar virtudes las que, ausentes, han propiciado el actual desempeño. Pero, no obstante lo anterior, hay que evitar una masacre, con burlas, de la crítica desbordada, especialmente ahora que tiene ingredientes, ya valorados en partidos del pasado, suficientes para cambiar la historia. Simplemente hay que presentarlos, de nuevo, en el campo y moderar las lenguas.