La paz que se escurre como el agua entre las manos
Por José David Name Cardozo
Senador de la República Partido de La U.
Lo he dicho en varias oportunidades y lo repito hoy en otro de los momentos críticos que vivimos del proceso de paz en Colombia: si en un gobierno fue valioso el rescate de la seguridad, en este de Juan Manuel Santos ha sido fundamental liderar la reconciliación nacional.
Sin embargo, la reciente masacre de los 11 soldados en el Cauca y la sistemática ola terrorista de los últimos días con emboscadas que asesinan a nuestros hombres de la Fuerza Pública y ataques a la infraestructura energética que terminan por destruir el medio ambiente y afectar a millares de compatriotas en zonas vulnerables, son señales de guerra que confirman que no podíamos ser tan ingenuos al creer que la negociación con las Farc en Cuba estaría acompañada de un canto de ángeles.
Conflicto armado es conflicto armado aunque se hable de paz para acabarlo. Lo que es inviable aceptar es que en medio del conflicto no haya unas condiciones mínimas para evitar el inútil derramamiento de sangre, el ataque aleve, el engaño, las falsas treguas, los condicionamientos extremos, la exigencia de prebendas solo para una de las partes, el reclamo de beneficios judiciales sin mirar el dolor ajeno cuando se agrede a la población civil y sin tener en cuenta que el país ha estado cediendo parte de su capacidad de reacción en aras de terminar la guerra.
Es cierto que estamos en un proceso de paz que puede tener altos y bajos, pero tal circunstancia no puede significar la humillación del sentimiento patrio ni del honor de una población que confía en sus instituciones y está dispuesta a respaldarlas a como dé lugar. Aquí se equivocan los de las Farc, debemos decirlo con toda claridad.
Cada oficial, soldado, policía o civil muerto, cada voladura de torre, cada mancha sobre nuestro ecosistema, cada afectación al sistema de transporte y cada día de sufrimiento social, entre otros aspectos que debemos erradicar de la faz del país, constituyen un golpe a la confianza de los colombianos en el proceso de paz.
Los tiros de gracia que las Farc les dieron a los valientes policías de Nariño, casi que son un tiro de gracia al proceso de paz y si no se ha terminado el diálogo de La Habana es porque el Presidente Juan Manuel Santos sigue poniendo en juego todo su capital político para tratar de llevar a Colombia a la reconciliación definitiva.
Sin embargo, como bien lo acaba de subrayar el designado Ministro de la Defensa Nacional Luis Carlos Villegas, las Farc deben saber que la paciencia tiene un límite y hoy estamos más cerca que nunca de perder la paciencia, aceptando incluso que tengan razón quienes han sostenido que tarde o temprano eso llegaría a suceder.
Indignado como millones de colombianos que sufren como suyos los muertos de la violencia terrorista, durante la semana pasada resalté la conveniencia de que el Gobierno Nacional se levantara de la mesa de negociaciones en Cuba si persistía la embestida terrorista.
Podría ser razonable lo que algunos afirman respecto de que el proceso de paz debe seguir, pero que el gobierno puede levantarse a replantear ciertas condiciones del diálogo y a puntualizar bases más específicas sobre las que debemos continuar hablando y decidiendo, colocando en primer lugar la dejación de las armas al firmarse el acuerdo de reconciliación.
Sí, creo que el Presidente Santos a su regreso de Europa debe llamar con urgencia al equipo negociador de La Habana, convocar la Comisión Asesora de Paz, citar a los partidos miembros de la Unidad Nacional, e incluso a la oposición, y consensuar una salida pacífica pero contundente frente al estado en que hoy las Farc han colocado el proceso.
En el Congreso de la República, pese a la cercanía del cierre del primer periodo legislativo del cuatrienio, las comisiones de paz de Senado y Cámara y cada uno de los legisladores estaremos atentos a respaldar al gobierno en sus acciones frente al proceso de paz, siempre que estas vayan encaminadas a evitar que las Farc se sigan burlando de la confianza que hasta ahora hemos tenido en los diálogos.
Estamos con la paz, acompañamos al Presidente Santos en la misión que se ha impuesto frente a ella, aunque también lo apoyamos si llegare a tomar una decisión para hacer valer la legitimidad de nuestras instituciones y cumplir el mandamiento constitucional de asegurar la vida, bienes y honra de los colombianos.