A VUELAPLUMA
Por Augusto León Restrepo
Manizales, 26 de Julio_ RAM_ Cuando me fui, hace 20 días, a dar una vuelta por el vecindario, los asuntos de Las Habana estaban en sus días más grises. Humberto de la Calle Lombana se fue al apartamento de Juan Gossain en Cartagena y se sentaron en la biblioteca a dialogar sobre las conversaciones adelantadas con las Farc, lo que fue difundido por la prensa colombiana sin excepción, a la misma hora y el mismo día y así atender a la exigencia de De la Calle, condicionante de la entrevista.. Leí su texto , condensado, en El Tiempo, y casi me voy de espaldas cuando el adelantado del Estado colombiano en La Habana dijo que como estaban los diálogos, atascados, y ante la impaciencia de los colombianos por ver resultados, era posible que los compromisarios del gobierno no regresaran a La Habana, porque la escalada terrorista contra agentes estatales y la estructura económica del país eran insoportables. Y contra el sistema ecológico, que había producido daños irreparables, y de contera, agresiones contra la cotidianidad de poblaciones como Tumaco, que podría quedar durante cuarenta y cinco días sin acueducto.
Yo sentí una gran desazón y un doloroso desencanto,, porque hice composición de lugar para el caso de que los acercamientos se suspendieran, el conflicto se agudizara y las fuerzas en pugna arreciaran sus ataques y el desbordado avivamiento de sus letales armas para imponer a la fuerza los divergentes puntos de vista sobre el futuro institucional del país.. Como en una película de terror, desfilaron soldados y guerrilleros muertos y padres, viudas y huérfanos, imprecando por la muerte de los combatientes y preguntándose sin encontrar respuesta, el por qué de la continuación de la guerra fratricida. Y los campesinos en huida y los citadinos escondidos en sus casas porque el terrorismo, según sus actores, hace parte de la lucha para acabar con las injusticias y las desigualdades. Y algunos pocos privilegiados, copando los vuelos para acomodarse en el exterior. Y las empresas extranjeras, en justificada deserción. Y la comunidad internacional, extrañada porque en Colombia no se encontraran fórmulas para acabar con el flagelo violento de cincuenta años, que nos ha impedido incrustarnos en el mundo civilizado del siglo 21, en el que la muerte está vedada como instrumento para alcanzar metas políticas y sociales. Y todo lo demás, que nos podemos imaginar, cuando se siega la vida del prójimo como cuota de sacrificio para imponer unos supuestos principios inamovibles, que hoy son y mañana aparecen como relativos y moldeables.
Tal vez ese escenario obligó a que se conmovieran los representativos estamentos de la sociedad colombiana. La Iglesia, los medios de comunicación, los gremios, las ONG, el Congreso, la gente del común, hizo causa para exigirle a los actores de La Habana reflexión y cabeza fría. Los países garantes y amables componedores, la ONU, la OEA, Unasur, los intelectuales del mundo y hasta las fuerzas de la oposición, clamaron porque no se pateara la mesa y los esfuerzos que se han adelantado resultaran infructuosos. Y vinieron las declaraciones de las partes , unívocas en cuanto a que debían seguir las conversaciones y su agilización en busca de los fines propuestos y las Farc entendieron que como lo dijo con nitidez De la Calle, con su escalada violenta y sus fáciles expedientes para ocasionarle daño a la población civil, habían perdido como mira al Estado y a su ejército, a la oligarquía, a los derechistas, para empeñarse en guerrear contra la gente, el pueblo, los ciudadanos de a pie, en especial la de los territorios en donde ejercen su equivocada concepción política, basada en la extorsión , en los cilindros y en las metralletas. Parece que las Farc enmendaron la plana.
Para nuestra satisfacción, en veinte días y al regresar al vecindario, los aires se han tornado esperanzadores. Hay tregua unilateral por parte de las Farc y desescalamiento en el legítimo proceder armado del Ejército, como inteligente posibilidad que permita dialogar en medio de un cese bilateral del fuego, lo que hemos preconizado en forma reiterada desde esta columna. Y se ha atemperado el enfrentamiento entre nosotros, los defensores a ultranza de lo de la Habana y sus feroces críticos, y con respeto y madurez se han llevado a cabo memorables debates en el Congreso en los que fueron protagonistas razonables el Senador Uribe Vélez y el jefe de la delegación en la mesa de Cuba, Humberto de la Calle Lombana. Lo que celebramos quienes nos hemos declarado guardianes del diálogo como solución, para restablecer por siempre el consagrado derecho a LA VIDA y la búsqueda de canales pacíficos para que termine el exterminio fraternal y fatídico.