La defensa del cero
Por Esteban Jaramillo Osorio
Fue, el partido del Once ante el Medellín, un infatigable ejercicio físico, de aplicación y concentración constante, sin ingenio, sin creatividad y sin gol. La fórmula elegida, para preservar el cero, fue impecable, salvo uno que otro susto, producido por aislados parpadeos de marca, como aquel del último minuto cuando Salazar soltó a Fabra, lo que por poco termina en gol.
El Once, como se había visto en las prácticas, plateó un fútbol agresivo sin el balón, en recuperación rápida, sin posesión, con esporádica verticalidad, sin prosperidad en los contraataques.
Con aguante, el “blanco-blanco” sorteo duro escollo, confrontando contra el Medellín, equipo de moda por la agitación que produjo en el mercado de jugadores, reforzado hasta los dientes, con nómina de lujo para el medio colombiano.
El valor del punto es incalculable porque facilita correcciones sin el estrés de la derrota, por lograrse en campo ajeno y porque dejo algunas buenas sensaciones, sobre todos en líneas defensivas.
El Once se ve practico, con trazos tácticos simples, pero sin balas en la recamara, para golear y ganar. Costará mucho afianzarse en zonas ofensivas, si no existe un talento que marque pausas, ritmos, asistencias, que contagie con un credo futbolístico distinto al de correr, empujar y tropezar. Es fundamental para mirar otras vías, la dulzura del toque y la clarividencia del pase.
No obstante, el Once, aunque en número menor, creo confusión en las líneas adversarias, cuando se acercó a la portería, pero no supo rematar. El balón no fue correctamente trabajado, especialmente en los metros finales, de cara al gol.
Al menos, los desajustes defensivos del pasado fueron corregidos y Cuadrado no fue el ángel salvador, como en aquellos partidos taquicardicos, del semestre anterior, lo que marca una buena tónica. Es lento el proceso de ensamblaje y requiere trabajo y paciencia, porque el público quiere un equipo protagonista y no solo animador del campeonato. Optimismo, se pide, con moderación, sin elogios al límite o críticas desenfrenadas. Este ejercicio apenas empieza.