Entre dudas y certezas.
Por Esteban Jaramillo Osorio.
En el pasado, las citas de Nacional y Millonarios eran arrebatadoras. En cada cruce se sacaban chispas. Los partidos se jugaban durante días, semanas, meses y hasta años. Perduraban en el recuerdo, como batallas inolvidables por sus consecuencias dentro y fuera del campo. Siempre había un antes y un después con agitación, provocaciones, amenazas, influencias arbitrales y aullidos en la radio de periodistas sin razón, provocando incendios. En la cancha, duelos épicos, con derroches físicos y técnicos. Fuera de ella, terrorismo desquiciado, que devastaba la fe en un país…Nuestro país.
En la actualidad el entorno más noble y el público, apasionado, sin arrebatos en las tribunas.
Las últimas batallas, presentan a Nacional consolidado en una idea de juego, líder indiscutido en números y rendimiento y a Millonarios buscando curas milagrosas, que no llegan, para salir de las angustias que produce por su presente incierto.
En Millos el mejor medio de expansión para su fútbol físico, en defensa de su portería como único propósito, es la intensidad, la que aplicó con altos picos, en el primer tiempo en el partido reciente. Pero los planes se desbarataron en el segundo tiempo, especialmente, cuando cedió la pelota, corrió descontrolado y perdió eficacia en el pase. Le dio a Nacional todas las herramientas necesarias para que lo desnudara, en desesperante tardanza de Israel, el técnico, para encontrar soluciones.
No era descabellado pensar en un mejor saldo, en el primer episodio, cuando al Nacional arrollador e intimidante con su fútbol ofensivo, solo se le permitió un débil tiro al arco. Pero Millos volvió a la versión tradicional, la de los agujeros negros que descompone a los hinchas, porque el proyecto es vacío y lleno de temores.
En los últimos minutos a cada llegada de Nacional su defensa se estremecía y cada tiro al arco era un anuncio de gol, por su ahogo en el juego. Nacional en la cresta de la ola…Millonarios al borde del abismo.