La alfombra roja
Por Esteban Jaramillo Osorio.
Dramáticos fueron los títulos Colombianos en las copas internacionales. En maratónica tanda de penales, nacional llegó la cima en la Libertadores de América del 89, en jornada trepidante, con Higuita como héroe por sus geniales paradas.
Juan Carlos Henao paró el reloj en instante inolvidable, al detener el último penalti de una serie similar ante Boca Juniors, haciendo suya, y para el Once Caldas, la copa del 2004.
En el 99, América se coronó en Bogotá, en la copa merco norte, superando a Santa fe en aguerrido cierre, en lanzamientos desde el punto blanco.
Valido resulta también, recordar las caídas de los nuestros en turbulentos lances, en finales con títulos maduros que se escaparon en el último aliento.
Así son las copas. Con nóminas armadas con opulencia, o con alineaciones llenas de talentos emergentes.
Hay que vivirlas, hay que sentirlas, entre apoteosis de triunfos, escándalos arbitrales, reglas impuras o territorios hostiles, como demostración viva de que el fútbol, además de un juego, es pasión que arrebata.
El turno es para Santa Fe, prometedor y optimista, en el partido de cierre que se avecina, ante Huracán de Argentina.
El titulo servido, en apetitoso plato, parece ser el final de un camino, lleno de noches con delirio, en las que el club colombiano impuso sus condiciones.
La alfombra roja esta lista para celebrar el título, que asoma su cabeza en la próxima esquina.
Pero atención con el triunfalismo, que trae consigo el menosprecio a los rivales, en subestimación clara y abierta de sus condiciones.
Los juegos finales se llenan de turbulencias y las diferencias suelen ser estrechas. En estas instancias, los momentos placenteros solo llegan al cierre. Los partidos se pelean, se luchan, en tantas ocasiones no se juegan, con marcajes fuertes, eliminación de espacios y provocaciones; barricadas con defensas agresivas.
Ningún duelo de este tipo, es mero trámite. Cualquier descuido es un revés que arruina un sueño. Ya la vivieron Cali, América, Nacional y Junior, el propio Santa Fe y otros tantos, cuando terminaron con las ilusiones rotas y las manos vacías.