Coloquios y Apostillas Edith Piaf, Gorrión de París
Por: Hernando Pacific Gnecco
Santa Marta, 06 de enero_ RAM_ La vida de Edith Piaf siempre estuvo signada por la tragedia. La tristeza, su compañera eterna, define su estilo interpretativo y, posiblemente, su semblante desvalido. Hace 100 años, una farola callejera parisina asistió a Anetta Maillard en el nacimiento de su hija Edith Gassion, pues no alcanzó a llegar al hospital.
Su padre, Louis Alphonse -cantante de cabaret, ella, y acróbata contorsionista él, paupérrimos ambos-, estuvo ausente por la borrachera. Debido a las enormes carencias de sus padres, la pequeña fue dejada al cuidado de una marroquí, quien la levantó con vino en vez de leche.
Su tercer hogar, si ese nombre cabe, es la casa de prostitución de su abuela materna en Normandía. Su padre la deja allí para ir al frente de combate durante la Primera Guerra Mundial; las perendecas se encargaron del cuidado de la pequeña. Al finalizar la guerra, la niña regresa con su padre, quien de inmediato la pone a cantar en las calles de París, su primer escenario «profesional», dónde esa ave en ciernes expresa su inmenso talento.
En la Place Pigalle, del tradicional Montmartre, despliega sus alas; la fama le coquetea.
Con Louis Dupont tuvo a su única hija, Marcelle, quien muere de meningitis a los dos años. Gracias al sello Polydor, Môme Piaf (pequeño gorrión, literalmente) irrumpe con fuerza a la escena parisina. La pieza «Los niños de la campana» enciende todos los radios franceses. Pero la desgracia no se despide: por asuntos de bajos fondos, asesinan en su casa a Louis Leplée, dueño del cabaret Gerny’s, donde ella se presentaba. Como él había sido su mecenas, el público le cobra lo que ella no debe, la desafecta, y la cantante regresa al mundo de sórdidos cabarets. Raymond Asso la rescata, se convierte en su amante y la prepara como cantante profesional de music hall. Todo transcurre en 3 años (de 1933 a 1936), y ella apenas frisa 20 años.
El teatro ABC de París le abre sus puertas y de inmediato se convierte en la reluciente estrella de la música francesa: el veleidoso público, que antes la rechazó, la aclama. La radio es nuevamente su caja de resonancia. Conocida ahora como Edith Piaf, es vitoreada también en Europa y América.
La gran dama de la canción francesa, impulsa a talentos nacientes-con algunos sostiene romances- como Charles Aznavour, Georges Moustaki, Yves Montand Gilbert Bécaud, y se relaciona con intelectuales de la talla de Jean Cocteau.
Piaf ya era exitosa actriz de cine cuando estalla la Segunda Guerra.
En París, trabaja en la música mientras, se dice, ayudaba a los judíos a escapar de los nazis. Terminada la Guerra, escribe «La vie en Rose» -musicalizada por Louis Gugliemi- que afirmó su presencia en el olimpo musical; expresa ahí un anhelo del amor que apareció en su vida a chispazos.
En 1948 regresa a los Estados Unidos; en Nueva York, conoce al boxeador francés Marcel Cerdán, con quien sostiene un intenso romance: la muerte nuevamente juega contra Piaf. El campeón mundial de peso mediano muere en un accidente aéreo viajando desde Francia al encuentro con la cantante. Destrozada por el infortunio que le arrebata a su gran amor, se refugia en el alcohol y las drogas.
A pesar de sus éxitos crecientes -el Carnegie Hall neoyorkino era su base-, la adicción a la morfina, acrecentada por un accidente automovilístico en 1958 con Moustaki -del que salió mal librada- y su fragilidad, deterioran su precaria salud. Pasó varias veces al quirófano mientras estaba en programas de desintoxicación. En 1958, grabó «Milord», arrasando en ventas. Al final, en 1963, muere de cáncer hepático; a su entierro en París, acuden 40.000 personas. En su última morada, al gorrioncillo siempre de negro, le acompañan su padre, su hija Marcelle y su último esposo, Theo Sarapo.
Edith Piaf participó en once películas (la primera, dirigida por Pierre Lumiere), inspiró otras cinco (la última, la Vie en Rose, 2007), y otras tantas obras de teatro, además de su autobiografía «Au bal du chance». Hoy, en un pequeño apartamento de París, donde vivió al inicio de su carrera, hay un museo temático, en el cual una foto de tamaño natural de Edith Piaf y un gran oso de peluche reciben al visitante.