Detrás de la cortina …65 años de violencia en Colombia
Por Carlos Villota Santacruz
Cuando se acerca la fecha límite propuesta por el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc del 23 de marzo de 2016, con el día en se sellará el acuerdo final de un proceso de país de más de 3 años de negociaciones en La Habana, en Cuba, bajo un antecedente histórico de 65 años de violencia, invita a mirar en detalle del fotógrafo estadounidense Stephen Ferry, que registró con su cámara el impacto en la población civil, de una guerra que aún no termina.
Como en ningún otro país en el mundo, Colombia ha sido protagonista –actico y pasivo- del desplazamiento interno de más de 7 millones de personas (niños, hombres y mujeres), que a la luz del trabajo profesional de Ferry, no solo queda al descubierto, sino que abre un gran interrogante: “¿está la tierra del Nobel Gabriel García Márquez preparado para lo que se ha dado por llamar posconflicto?. ¿Es lo mismo construir la paz en Bogotá, en Cali, en Pasto, en Ibagué, en Leticia, en Maicao o Medellín?
La respuesta queda en el aire. Todo por cuenta de un hecho real y palpable. De los 32 departamentos del país y más de 1.000 municipios, en algunas zona las institucionalidad del Estado nunca llegó a llegó a cuentas gotas. Es decir, este nuevo escenario, será como tejer una gran “telaraña de equidad social”, que será larga, compleja y de una alta controversia, -interna y externa- por la diversidad de actores, por la ausencia de un modelo educativo fuerte alrededor de la paz y la unidad nacional.
La primera tarea, es erradicar todo tipo de violencia, comenzado por la violencia en el hogar. Las estadísticas muestran a una Colombia con 82 homicidios al año por cada cien mil habitantes, unos 30 mil en total, frente a 25 de Brasil, 20 en México, 17 en Nicaragua, 12 en Argentina y Estados Unidos, 11 en Perú y 3 Canadá; lo que contrasta con las cifras de condenas penales: 429 en los Estados Unidos, 92 en Canadá y solo 1 en Colombia por cada cien mil habitantes.
Si Colombia quiere alcanzar la paz, más allá de la firma del acuerdo final de La Habana –de la hoja de ruta de un plebiscito- se debe superar la etapa del diagnóstico, para entrar a la presencia real y efectiva del Estado con la presencia de las tres ramas del poder público. Es decirle darle paso al pronóstico y la solución desde Nariño hasta la Guajira y sede el Amazonas hasta San Andrés y Providencia. Una área nada fácil y compleja.
El Gobierno del presidente Santos y la comunidad internacional, saben que la violencia en Colombia es un tema cultural, que se debe derrotar con educación, con asistencia social, con elevar los contenidos de los medios de comunicación alrededor de nuestra historia, la naturaleza, el trismo y todo aquello que genere un valor agregado para comunidades y territorios que crecieron a espaldas de Bogotá, a espaldas de las grandes capitales y del mundo.
En resumen, lo que pase después del 23 de marzo, debe cobijar más allá del diagnóstico a la violencia social, a través de una respuesta de la red interinstitucional del Estado bajo la intensificación de la pedagogía, educar a los niños y jóvenes para la paz y reducar a los adultos para el mismo fin. Si no se edifica esa acción, el remedio podría resultar peor que la enfermedad, condenando a otra generación a nueva frustración. Es decir, sin un segundo de paz.
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