lunes noviembre 18 de 2024

El partido perfecto

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 Por Esteban Jaramillo Osorio

 El cero a cero parece el partido perfecto, en la medida que los protagonistas busquen el gol con denuedo, adhieran a los planteamientos ofensivos como predica constante y los porteros tomen protagonismo frente a los demás. Son, en estas condiciones, dramáticos e inciertos. En contraste, hay también predilecciones hacia el juego que valora los goles como elemento vital del espectáculo y, sin entrar en disquisiciones tácticas, subrayan la espectacularidad de los resultados, con marcadores amplios y ajustados.

Borussia ­-Bayern, un ejemplo: ¡partidazo! fue una demostración palpable de lo que el balompié representa cuando hay devoción por la pelota para jugar con intensidad, con argumentos técnicos que hacen incomparable la exhibición, largas posesiones llenas de justeza en los pases y presión en todos los sectores del campo, para la recuperación a perdida. Técnica, táctica, actitud y fútbol que rebasan cualquier pronóstico. Al final, paridad en cero. Se ve perfecto.

Al otro lado, Tottenham y Arsenal dejaron su sello sin renunciar a la perspectiva de triunfo, asumiendo alternativas variadas en la propuesta, deleitando por encima del resultado y sus consecuencias. Dos por dos al cierre. ¡Qué clase!… Y que calidad la de David Ospina, bien calificado y nunca inferior al reto de su retorno, con tres tapadas geniales que encandilan. Se ve perfecto, también.

La mirada pasa entonces por Real Madrid, en su masacre al Celta, con Cristiano como “extraterrestre”, según los analistas, en un empalagoso festín de adjetivos para el portugués, acostumbrado a aplastar a los rivales chicos cuando estos dejan en evidencia sus debilidades. Goles son amores, dicen. ¿cuál es, entonces, ¿la verdad? ¿Cuál el partido perfecto? Con Cristiano, en el clímax con sus tardes apoteósicas, este año vacío de títulos, James en el banco, dueño de dudas, rodeado de fantasmas que el mismo ha fabricado en medio de la desilusión de quienes lo quieren y lo admiran, empeñado en hacerse víctima, cuando sus dislates en su joven vida dan al traste con sus aspiraciones. No están sus goles soñados. Es suplente de suplentes.

Llega, entonces el turno a la agenda doméstica, la que se juega con inexpertos apasionados, tantas veces sin clase, tribunas vacías y algunos rígidos delanteros sin gol y sin municiones. Nacional hace grandes las diferencias, alternando nóminas, que para nada afectan su paso firme en la liga y en la copa, mientras prevalece su poderío financiero, su capacidad de inversión y su olfato en las contrataciones, con goles magistrales.

El fútbol esta pasión que arrebata, que seduce con sus aciertos en las porterías, que dan títulos. Un juego en el que conviven virtudes y errores, en el que la tribuna retumba cuando sus ídolos besan las redes. Sin goles no hay títulos que se graben en la memoria. Diría que con goles se construyen los partidos perfectos.

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