miércoles julio 17 de 2024

Auge y crisis de Brasil

 Albeiro ValenciaPor: Albeiro Valencia

No paran los problemas económicos y políticos en este gigantesco país. Durante la administración de Lula da Silva se lograron grandes transformaciones económicas y sociales; en esa época descubrieron enormes reservas de petróleo y gas, aumentó el salario mínimo, bajó la deuda externa, se fortaleció el mercado interno, se impulsó la educación, se robusteció la clase media y millones de brasileños salieron de la línea de pobreza. Era la séptima economía del mundo según el Banco Mundial, pero una de las peores por distribución del ingreso. En esta euforia económica, con un crecimiento de 7,5% en 2010, se crearon las condiciones para que se enriquecieran mucho más los empresarios y banqueros; crecieron el clientelismo y la corrupción.

Mientras a Lula le tocó la bonanza, a Dilma Rousseff le llegaron las vacas flacas; en 2013 el crecimiento bajó a 2,4%, con una inflación de 6%. Y como si esto fuera poco la Copa Brasil 2014 se llevó una tajada grande del presupuesto que, además, fue mal manejado, pues hubo despilfarro, sobrecostos y elefantes blancos. El pueblo pedía inversiones en educación y salud, más pan y menos circo.

Antes del Mundial había pesimismo en el 72% de los brasileños, no estaban contentos con la situación económica y social y más de la mitad consideraba que Dilma no gobernaba bien. Y para colmo de desgracias la Selección de fútbol cayó 7-1 frente a los alemanes; ante la humillación decenas de miles de aficionados orientaron su rabia protagonizando disturbios y saqueos, en las grandes ciudades. Esta es la antesala de lo que se vive hoy en Brasil.

La Crisis

La economía del país se contrajo 3,8% el año pasado y cerró con una inflación de 10,67%; esto condujo a un período de recesión con el consiguiente aumento del desempleo; la situación llevó a la incertidumbre. Ante los hechos el sector privado disminuyó las inversiones y el gobierno no pudo proponer reformas para encauzar la economía, por la senda del crecimiento saludable y sustentable. Por la misma crisis política Dilma no pudo cumplir con las promesas de campaña, no echó a rodar el programa económico y el pueblo, empresarios y dirigentes, no vieron a la mandataria ejerciendo sus funciones.

La situación de hoy es más grave. De acuerdo con los analistas este año continuará la contracción económica y, según la revista The Economist, se vislumbra el peor escenario de crecimiento desde 1930. El año pasado el desempleo llegó a 9,5% y los salarios cayeron 2,4%; la deuda representa el 67% del PIB, con tendencia a seguir creciendo. El déficit fiscal es del 10% y el gobierno se endeuda para financiar los créditos.

Al oscuro panorama se le suman los escándalos de corrupción que se descubrieron en 2013. Esto empieza con la red de lavado de dinero que operaba en Brasilia y Sao Paulo; se trataba de una enorme operación para el desvío de recursos por cerca de dos mil millones de dólares de la petrolera, Petrobras, donde resultaron implicados algunos políticos del Partido de los Trabajadores (del gobierno), cuatro exministros, un extesorero del partido y el coordinador de la campaña de Dilma, en 2010. Después, a finales del año pasado, se destapó el “cartel de las constructoras”, 21 empresas que se repartieron los contratos con Petrobras, elevaron artificialmente el valor y se dividieron los excedentes, entre políticos y funcionarios. Es aquí donde quedó implicado Lula da Silva (Revista Semana, abril 1, 2016).

La Corrupción del Congreso 

Dice la gente común y corriente que el problema de su país no es la situación económica y social, sino la corrupción; por eso no confían en la clase política, ni en los partidos. El 53% de los miembros de la Cámara de Diputados y el 55% de los del Senado, están acusados por delitos como lavado de dinero y enriquecimiento ilícito. Y son estos personajes quienes decidieron que a Dilma se le debe hacer un juicio político; en cambio la presidenta no tiene ninguna investigación por corrupción, sino por supuesto maquillaje de las cuentas públicas, en 2014. La situación es tan delicada que las personas que siguen en la línea de mando tienen el futuro complicado; el vicepresidente, Michel Temer, está investigado por dejarse sobornar en una compra ilegal de etanol, y el presidente de los diputados, Eduardo Cunha, tiene varias acusaciones por la corrupción en Petrobras. En cuanto al presidente del Senado, Renán Calheiros, tiene nueve procesos abiertos por el tremendo escándalo de corrupción en la petrolera.

La conspiración de los Políticos

De acuerdo con el escritor Fernando Morais lo que se está cocinando en Brasil es un golpe de Estado “sin tanques ni prisiones”. Es una alianza de los sectores políticos que fueron derrotados, primero por Lula y luego por Dilma, en 2014. El Partido de los Trabajadores (PT) apareció como un movimiento diferente a los demás, con un programa de izquierda comprometido con los pobres y contra la corrupción; pero cuando llegó al poder se dejó tentar por el dinero y eso se lo están cobrando. Mientras tanto, Dilma, prometió una política desarrollista, al tiempo que aplicaba el neoliberalismo; en este punto se enredó porque tocó el estómago de los trabajadores y se disparó el desempleo. En semejante coyuntura saltaron los políticos tradicionales, que estaban esperando la oportunidad, y empezaron a exigir que todos salgan del poder. De acuerdo con Fernando Morais, estos sectores nostálgicos del poder, son Fernando Henrique Cardoso, Aécio Neves y José Serra; o sea, los derrotados de 2002, 2006, 2010 y 2014, inconformes con su descalabro. “Como dicen los futbolistas brasileños, perdieron el partido en el campo y quieren ganarlo en las oficinas” (El Espectador, lunes 18 de abril de 2016).

Estos grupos se vienen moviendo aprovechando su inmenso poder; ya lograron que la Cámara de Diputados aprobara por mayoría la admisibilidad del “impeachment”, proceso de juicio político contra la presidenta. Pero resulta ser un juicio antiético porque de los 513 diputados que votaron, más de 60% están siendo investigados; pero no les importa, porque dentro de pocos meses Dilma será destituida y la corrupción olvidada. Los mayores corruptos de hoy piden un gobierno de “salvación nacional”, para reacomodar el poder tradicional. El país está polarizado y grandes manifestaciones en pro y en contra desfilan por las calles de las principales ciudades; el expresidente Lula invita a luchar contra “el golpe de Estado de Terciopelo”. Pero en medio de la crisis de gobernabilidad se sigue abriendo paso el golpe de Estado, a pesar de las jornadas convocadas por el PT y el movimiento sindical y popular. Es que la recesión económica marca la pauta.

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