“La aventura está subvalorada en la literatura”: Tommy Wieringa
Por Enrique Patiño
El holandés, uno de los grandes invitados a la FILBo 2016, explica algunas de las claves de su obra, ganadora de premios internacionales y considerada hoy a la altura de los textos de Coetzee o Corman McCarthy. Un autor sagaz, brillante e imperdible.
Las reseñas sobre la obra de Tommy Wieringa abundan en los diarios del mundo. Por mencionar solo una, el medio francés Libération dijo de su libro Caesarion que era lo “suficientemente sorprendente. Wieringa triunfa al contarnos una historia de soledad y rechazo con humor y lirismo, presentando un personaje que fuertemente evoca al Kurtz de El corazón de las tinieblas, en una memorable novela”. En Holanda es conocido como un peso pesado de las letras y un ejemplo de consagración a su oficio. Grande, como todos los holandeses, alto, elegante y sobrio, su propia figura habla bien de su actitud literaria cosmopolita, pausada y contundente.
Tommy Wieringa nació en 1967 y se crio en Aruba antes de radicarse a sus 10 años a Holanda. Cuenta él mismo que fue expulsado del colegio a los 17 años. A pesar de su mal precedente estudió historia y periodismo. Hoy sus obras han sido traducidas a más de quince idiomas. Estos son los nombres, su novela más célebre, lo ha puesto en el mundo literario a la par del estilo de Corman McCarthy y Coetzee.
¿Por qué prefiera contar historias sobre otros países?
Contar historias de otras latitudes nace de ser un país pequeño en el que no hay espacio para las aventuras. El único espacio fue descubierto por los artistas, que descubrieron el cielo a través de su arte. En Holanda, en dos horas en tren estás en Alemania o Bélgica. Tenemos que aprender otras lenguas para comunicarnos con los demás.
Pero además, hay riesgo, viajes, aventura en sus historias…
La aventura está subestimada en la literatura. Los grandes escritores vienen de países con territorios amplios como Colombia o Estados Unidos, con grandes terrenos por explorar. Acá nos miramos más a nosotros mismos, introspectivamente. Fui afortunado de crecer cerca a América Latina e ir de vacaciones en mi niñez a Venezuela y Colombia, porque eso me dio la necesidad de buscar espacio y me amplió los horizontes. Don Quijote, finalmente, es una novela de espacio y aventura. Milan Kundera mismo se pregunta qué pasó con la aventura, el primera gran tema de la literatura. Estos son los nombres me obligó a viajar a Ucrania para documentarme, a la estepa para vivir el espacio, para así conquistar el mundo desde la mente y luego hacerlo con mis palabras.
O sea que se considera un aventurero…
Viví en el Caribe y luego me vine a Holanda. Fue mi peor aventura posible. Pero vuelvo tantas veces como puedo a mi tierra.
Sus personajes se plantean grandes preguntas sobre su papel en el mundo…
Como por ejemplo, ¿qué sucede cuando la sexualidad de la madre es expuesta a todo el mundo? Uno no quiere saber, como hijo, nada de eso. La tragedia de Ludwig, el protagonista de mi novela Caesarion, es saber que su madre, la Cicciolina, fue expuesta a todo el mundo. Su imagen y cuerpo les pertenecían a todos. Su odio viene de eso. Y es uno de los combustibles del libro. Su madre trata de ocultarlo y lo lleva a vivir la costa de Inglaterra, donde compran una casa al borde de un precipicio, que cada año se come dos o tres metros hasta que devora la casa, toda una metáfora de cómo los grandes odios y dolores nos devoran.
¿Su relación con Colombia es cercana?
Mi hermana es adoptada, por cierto. Ella es colombiana y siempre ha querido saber quién es. Pero solo se sabe quién se es si se busca en el pasado. Siempre su hermana se ha preguntado de dónde viene porque tiene la sensación de que la desconectaron de sus raíces. Es oscura, de pelo oscuro, hermosa, latina. Además, hace unos años fui a Cartagena al Hay Festival. En Caesarion menciono a Blas de Leso alrededor de Cartagena, en el primer paso del protagonista para encontrar a su padre. Escribí parte la historia en Popayán, Cali, Medellín…
Además, crecí en Aruba y a veces subía a la loma más alta de la isla y desde ahí veía Venezuela. En días despejados, podía ver algo de Colombia. Yo quería mucho a García Márquez y sentía que crecer tan cerca de Macondo me acercaba a su realismo mágico. Desde entonces tengo un pie en el realismo mágico.
¿Cómo comenzó su trasegar por la literatura?
Comencé escribiendo diarios. Lo que me gusta de Caesarion es que crece como una niña, más interesado en lociones de baño que en jugar pistolas. Yo tuve también una infancia así, de pelo ensortijado, en la que me trataban como una niña, en la que yo quemaba incienso y tenía una llave dorada en mi cuello para guardar mi diario. Era muy femenino, y hasta me silbaban. Eso es autobiográfico porque narra mi vida como niña. Pero después de escribir diarios me aburrí y comencé a cuestionarme sobre mi vida trivial. Como ya no tenía nada de qué escribir, incluí diálogos inventados y comencé a meterle ficción a mis relatos y a dejar la realidad atrás. Finalmente, a los 22 años me metí en el camino de la invención y comencé de lleno mi recorrido por la literatura.
¿Cómo se volvió un autor holandés? ¿O siempre lo fue?
Me sentí desconectado de la atmósfera caribe en Aruba cuando llegué a Holanda. Por ejemplo, no estaba habituado a usar zapatos sobre el asfalto, y aún tengo callos caribes por eso. Si tienes que vivir en Holanda con zapatos es duro, tanto como usar abrigos, pero es parte de la adaptación. Siempre me sentí desconectado con mi país y solo en la adultez aprendí los nombres de los árboles y de las aves y de todo, para poder sentirme parte de él. Quien aprende los nombres de los árboles y de las aves es del país. Ahora soy totalmente holandés, pero viajo para narrar mis novelas.
Pero volvamos al inicio: ¿cómo nace Caesarion?
De un encuentro con la actriz porno Cicciolina, que fue tan famosa varios años atrás. Yo estaba de viaje y la conocí. Fue muy interesante porque en ese momento ella decía querer tener sexo con Sadam Hussein para traer paz al mundo, y no era una mala idea, después de todo. También decía que lo mejor que se había hecho eran sus senos, pero que ya no podía dormir desde entonces en su ombligo. Pero aparte de lo que me dijo tan divertido, me contó que tenía un hijo con el artista Jeff Koons, llamado Maximilian Ludwig, que terminó siendo secuestrado por su propio padre. Me parecía fascinante pensar qué tipo de hijo nacería de un matrimonio así. Una especie de matrimonio porno entre dos caras del arte porno, personas que solo eran superficie. Decidí escribir la biografía de aquel niño. Alteré los nombres pero la idea se conservó. Pensé que saldría un monstruo de ello, pero salió un niño normal con deseos de tener padres normales.
Esa es una tragedia para el niño…
Mi personaje en Caesarion es un artista que cree en la demolición de las cosas, en la destrucción como forma de arte. La demolición es eterna. Como los dos Budas que fueron demolidos por los talibanes en Afganistán, cuya imagen final fue tan fuerte que los hizo más importantes que nunca o como las Torres Gemelas, que se inmortalizaron cuando fueron destruidas. Fui al Darién y por eso conozco y ubico ahí a mi personaje, entre militares, guerrilla y botánicos, donde viví la más pura agresión de la naturaleza.