Vete, James… Vete.
Por Esteban Jaramillo Osorio
Vete, crack. Es hora de cambiar las coordenadas de tu fútbol. La maledicencia interior de un equipo plagado de egos, de filtraciones, de intereses y de hipocresía, no te dan otra alternativa.
Has pasado a ser pieza de reemplazo, como si aquellas tardes, cuando desafiabas los límites de la habilidad atrayendo la mirada curiosa y admirada del mundo no tuvieran eco en tu presente. Vete, hermano, es hora de cambiar de aires, de buscar otros lugares donde las calidades de tu juego recuperen el brillo con intensidad.
Vete antes de que tu valor se debilite y que el proceso destructivo al que te ves sometido, cause estragos mayores. Vete, simplemente, porque Zidane, así pregone lo contrario, no te quiere. Vete, porque no eres feliz.
Nadie duda que son tiempos revueltos para James Rodríguez. Semanales son los mensajes que le llegan, indirectos, subliminales, de parte de su técnico y de su club. Caso extraño este, en el que una estrella realiza un acrobático salto entre el amor y el desprecio, el éxito y el descontento, el aplauso y la rechifla.
Pareciera estar pagando un alto costo por sus desplantes o los supuestos desbordes disciplinarios. Lo cierto es que, quiérase o no, es perturbado su presente por la habladuría de los medios, que no le dejan en paz, que monitorean su vida con especial pasión, por ser figura y porque rentable es su exposición pública.
Hablan estos, los periodistas afectos al escándalo, de jornadas con desenfreno, respaldadas por su magnetismo sexual. Se asegura que la noche absorbió sus calidades en el juego y el marketing, del que hace parte activa, se tragó al futbolista. No falta quien afirme que la fama, que llego instantánea, se robó su humildad.
¿Cuánto de esto es verdad? ¿Cuánto es parte de la inventiva de medios comprometidos con el poder reinante en el Real Madrid?
Verdades a medias o versiones corroborados, lo cierto es que hoy trasciende más el lado oscuro del futbolista, que los toques de balón con preciosismo, que no afloran tan espontáneos como antes.
El fútbol es generoso pero pasa facturas. No va a encontrar James una horma especialmente fabricada para la finura de su juego. Al contrario, deberá adaptarse ella, con los condicionamientos de entrenadores y jugadores. El mismo se tiene que reinventar porque nada le van a regalar. Debe entender que la mayor felicidad está en el verde césped, y no en los placeres derivados, fuera de ellos.
Un ejemplo está a su lado. Pieza valorada del Jet set, odiado o admirado, a Cristiano Ronaldo nunca le falto motivación para triunfar. Atleta al ciento por ciento, sin reparos.