martes julio 16 de 2024

Así escribía (cuando lo dejaban) el padre Alfonso Llano Escobar

15 mayo, 2016 Opinión Orlando Cadavid

Orlando Cadavid Correa

 Por: Orlando Cadavid

 En una de sus últimas columnas aparecidas en El Tiempo, hasta cuando la jerarquía eclesiástica lo obligó a dejar la pluma en remojo, el contestatario sacerdote Alfonso Llano Escobar convocó a los colombianos a declararle la guerra a los “Morticieros” de la televisión colombiana.

En su desaparecido espacio dominical, titulado ‘Un alto en el camino’, el jesuita paisa, aquerenciado en Bogotá, quiso poner una pica en Flandes para que el país reaccionara contra los despreciables contenidos de los informativos que nos amargan el desayuno, el almuerzo y la comida.

En su depurado estilo, el religioso planteó así su propuesta en la edición del 22 de enero de 2012 del matutino capitalino:

Noticiario, según el Drae, es el “programa de radio, prensa o televisión en que se dan noticias de actualidad”, yo añadiría, de verdadero interés, nacional o internacional.

En Colombia, el vocablo “noticiero”, adjetivo según el Drae, pasó a hacer las veces del sustantivo “noticiario”, de otros países.

Cualquier noticiero debe ser visto por menores en compañía de adultos, no tanto porque tenga escenas de sexo o violencia, sino, aunque no las tuviera, por la necesidad de interpretar las noticias, al alcance de los menores, para ser entendidas y asimiladas por ellos provechosamente.

Tenemos modelos de noticieros: los de la BBC de Londres y CNN en el ámbito internacional, de calidad comprobada mundialmente desde hace más de 25 años. En Colombia los hay buenos y malos. Entre los primeros, porque llenan el cometido de informar objetiva y seriamente, figuran el de NTN 24 horas, el CM&, de Yamid Amat, el de Jorge Barón, en el contexto nacional y el de Citytv en el local, de excelente calidad, y otros pocos.

Entre nosotros, las dos cadenas nacionales, RCN y Caracol, de radio y televisión, se han especializado en narrar muertes y asesinatos, en dar noticias sensacionalistas o amarillistas, de poco o ninguno interés nacional: están de moda las ‘balas perdidas’; vienen, luego, los choques aparatosos, de ser posible, con buena cuota de muertos; siguen las violaciones de menores, los casos patológicos de personas que violan y torturan a menores y mujeres en Florencia, Piendamó o Tierradentro -poco importa- o cualquier municipio retirado del país. Para qué tienen que informar que se cayó una niña de tres años a una quebrada, que luego la arrastró; que se desplomó una casa en la vereda Bellavista, de Cañasgordas; que un niño de dos años se ahogó en Palmira, con un pedazo de carne, y así por el estilo. ¡Qué falta de seriedad, que amarillismo tan pobre y tan descolorido! Para ganar audiencia vulgar y mediocre, se dedican a narrar asesinatos y escándalos, como los “vespertinos” que traen la noticia, con la fotografía espeluznante del crimen del día anterior.

Cuándo aprenderán los directores de estos noticieros -que prefiero llamar “morticieros”- que no se puede jugar impunemente con la audiencia y la televidencia nacionales, interesadas en conocer lo positivo y lo negativo del mundo y de la nación, en una forma seria, breve y constructiva. Ya vamos en una hora entera por la noche, y piensan alargarlos para poder informarnos de cuanta muerte o escándalo se da en cualquier lugar del país.

Qué interés tiene el público en saber cuanto pasa en las veredas y corregimientos del territorio nacional, para quedar luego al margen de los hechos importantes en el orden nacional e internacional. Por el ansia de dinero perdieron el concepto de lo que es informar al público con ética profesional.

Invito a los lectores de esta columna dominical a hacerles la guerra a estos dos noticieros (“morticieros”), suspendiendo por un tiempo su sintonía y sintonizando otros de buena calidad, para darles la lección de volver a ser noticieros de verdad. La ganancia y el lucro no pueden ser el motivo que inspire a los directores de noticieros y a las cadenas de TV. La ética profesional debe marcar la calidad científica y humana de dichos programas. Si no se tiene en cuenta la ética, apaga y vámonos.

La apostilla: El autorizado crítico de televisión Omar Rincón ha encontrado el calificativo preciso para los “Morticieros” de las organizaciones Ardila y Santo Domingo: los llama “Vampirescos”. Por ahí es la cosa, don Omar.

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