jueves julio 18 de 2024

Qué pena con el fútbol

esteban-jaramillo2

 Por Esteban Jaramillo Osorio

 Tanta alharaca, tanto revuelo, tanta promoción desde los medios, anunciando un fútbol alucinante de estrellas extraterrestres, digno del cierre del más linajudo de los torneos terrenales. Estilos, ídolos, jugadas con embeleso, rivalidad crispante. Nada de eso hubo. La final de la Champions no pasara a la historia porque fútbol, verdadero fútbol, no se vio.

Se desvirtuaron los principios del juego por la presión asfixiante, la ocupación de espacios y el cuidado a no perder. La letanía lejana del fallecido escritor Eduardo Galeano, declarándose mendigo de fútbol, reapareció con furor, porque la mirada del público reclamaba el perturbador efecto de una gambeta o el pase filtrado magistral, que marcaran el desequilibrio del partido…De ello no hubo noticias. Parte del talento estaba en el banco, donde James Rodríguez, relegado y resignado, disfrazada su frustración. Aunque dirá que, sin jugar, él también es campeón.

La final, que no deja huella profunda en la historia y solo resiste el registro estadístico, fue un viaje tortuoso, de bostezo, estimulado al cierre, por el suspenso de una serie de penaltis, ejecutados por cuerpos averiados, con piernas cansadas y desenlace incierto.

Gano el Madrid, robándole parte del libreto a su rival, incapaz de imponer su estilo, por el discreto papel de sus figuras, ausentes, desconectadas, físicamente reducidas.

Los disparatados pronósticos de periodistas apasionados, buscando hipnotizar la audiencia, alejados de la realidad, le dieron relevancia a la idea de que al fútbol se le despoja día a día de su encanto.

Las genialidades hoy habitan solo en los sitios de entrenamientos y, en muchos casos, en los vestuarios. A la cancha no van cuando chocan equipos que destierran el talento, obsesionados por los números y sus mediciones, como los protagonistas de esta final.

Que fiesta la del Madrid. Pero qué pena con el fútbol.

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