El fraude y el futbol
Por Esteban Jaramillo Osorio
Lo que indigna en los goles con la mano es el desenfreno de sus autores al celebrarlos. Hacen de la trampa un arte y lo justifican con cualquier razón vacía.
Protagonista ha sido Maradona. También Raúl, con Real Madrid; Messi, con Barcelona; Tulio “maravilla” con Brasil en copa América en Uruguay-95, Agüero, con Atlético y Lazaga en episodio reprochable por los antecedentes del autor y sus implicaciones en un ascenso forzado del Cúcuta en 2015.
En el caso de Ruídiaz, de Perú, para eliminar a Brasil, la confusión reinó por la falta de autoridad de los árbitros, sus suplicas a los superiores pidiendo ayudas tecnológicas inexistentes, por no estar aplicadas, los largos minutos de suspenso con perplejidad del mundo futbolero por la evidencia de la infracción, y la extraña gratitud de Gareca, técnico beneficiado, por la aprobación del pecado.
La soberanía del engaño.
Al árbitro Andrés Cunha de Paraguay no lo vieron los brasileños como un “asesino”. Ya tenían identificada la víctima a la que destrozaron con crueldad. El culpable no era el juez. Era Dunga, porque la mano fue un hecho fortuito y la incapacidad del entrenador evidente, según ellos. En su hoja de resultados no había aliento para su continuidad, desde el 1-7 con Brasil en el mundial. En la copa América actual, cuatro puntos de siete, sin importar el 7-1 con Haití.
El mundo del futbol revuelto, cuando más rueda la pelota. En Europa el furor es la violencia, en un lenguaje para sordos, que conduce a que el espíritu destructor de los hinchas, se imponga por goleada a los dirigentes. Estos, como Blatter, se regodean explicando pecados del pasado como pésimo ejemplo para los deportistas presentes. ¿Cómo pedirle juego limpio a un futbolista, si los patrones incurren o incurrieron el fraude futbolero?