El Ojo del Halkón ¿Porque no amamos nuestra música y nuestras tradiciones?
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
Se pone uno a ver otros pueblos del mundo y se da cuenta que nosotros no queremos el país que tenemos, su música, su cultura y sus tradiciones, da pena de la grande mirar el orgullo de los mexicanos, de quienes se dice que son los más nacionalistas, porque aman cada una de las cosas que tienen y porque a pesar del momento difícil que pasan por los brotes de violencia a causa del narcotráfico muestran la cara bonita de su México lindo y querido, mientras que los colombianos pareciera que nos diera pena hasta decir que somos colombianos.
En la inauguración de la Copa América Centenario, veíamos en las imágenes de televisión a los compatriotas que viven en Estados Unidos como gritaban con sus voces a cuello el himno nacional colombiano, lo hacían con un orgullo que daba envidia y melancolía al mismo tiempo y eso lo hacen ellos porque comienzan a sentir el amor de patria cuando se sienten en tierras lejanas en donde no tienen el amor de sus compatriotas, de sus familias, donde no tienen la comida y el calor de sus gentes y el aire fresco que los ha rodeado desde su niñez; pero aquí en el país parece que nos diera pena cuando suena el himno, los mismos narradores deportivos y los encargados de los comerciales en las estaciones de radio y canales de televisión, ven esta oportunidad como el momento exacto para pasar sus comerciales y hablar de otros temas no dejando escuchar las bellas notas marciales del himno patrio. En el pasado mundial de fútbol de Brasil, no solo estaba la mancha amarilla tendida, sino que temblaba cada escenario en donde un grupo de colombianos estaban para cantar a los cuatro vientos uno de los himnos más hermosos del mundo, como es el himno nacional colombiano.
Mientras que leen estas notas, muchos me calificarán de patriotero, pero me da pena que mientras que los gobiernos de otros países ordenan por ley que en las estaciones de radio debe de sonar la música de cada región en espacios especiales, en Colombia si lo hacen una o dos estaciones de radio, lo hacen a la hora que todo el mundo está descansando y en los establecimientos educativos ya no se enseña música fomentando la música de las regiones, sino los sones modernos y de otros sectores del mundo, no estoy diciendo que esto sea malo, pero lo que estamos haciendo es no enseñarle a las futuras generaciones a amar lo propio y lo que antes era un orgullo cuando se escuchaba un pasillo, un bambuco o una cumbia, ahora es una vergüenza para los jóvenes que están comenzando sus vidas.
Pero eso no es todo, en algunos festivales como el Festival de la Leyenda Vallenata, se da prioridad al merengue, a la música mejicana o a otros ritmos y en donde se habla del Gran Festival de Música Colombiana, haciendo las fiestas de San Pedro y San Pablo, los opitas tratan de desplazar el bambuco por otros ritmos y en años anteriores cuando invitaron a otros artistas, como lo han hecho en este año, el vallenato será el centro de esa festividad, sin que quiera decir que el vallenato no forma parte de la música colombiana.
Hablar de las tradiciones colombianas en este momento ya no es prioridad en los colegios y en los centros educativos, la música colombiana, la cultura y las tradiciones que se tienen ya no son temas en los comedores de los hogares del país, primero porque a los padres no les importa infundir respeto y valor, además de pertenencia en sus hijos y por otra parte porque ya las familias no comen unidas, porque lo hacen al frente del computador o al frente del televisor y cada uno en sus habitaciones.
Nos hemos enseñado a amar lo foráneo y a no valorar la industria, los textiles y todo lo que se hace en el país, porque hemos creído que solo lo que tienen nombres extranjeros es lo que vale la pena y bien dice Jorge Velosa en una de sus canciones, que tarde o temprano quien deja el campo para irse a la ciudad, se va a avergonzar de sus raíces, es decir de su música campesina, de sus comidas tradicionales y de sus orígenes campesinos.
Que mal se hizo cuando se dejó sacar de la programación educativa en los colegios la historia, la geografía y la cultura del país, estamos viendo que nuestros jóvenes ya no saben ni siquiera quien fue Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar o Francisco José de Caldas.
La globalización es buena, pero bien manejada principalmente en los avances tecnológicos, porque nuestros hijos se están sintiendo más extranjeros que nacionales, muchas veces sabemos más de lo que está sucediendo en el exterior que lo que está sucediendo en nuestro país, y recordemos que la formación de un muchacho o muchacha debe darse desde el hogar, puesto que en las instituciones educativas modernas solo se imparten conocimientos y no como en nuestra época, nuestras generaciones aprendieron desde saber comer a la mesa, saber hacer un nudo de corbata, saber tejer, tender bien una cama o respetar a los mayores, porque eso además de que se enseñaba en los hogares estaba en lo que se enseñaba en los centros educativos, cuando había respeto de los hijos para los padres, de los menores para los mayores y se pensaba en un mundo mejor, pero ahora los valores han desaparecido y así como dice el adagio popular “no vamos para ningún Pereira”.
Ya deportes como el fútbol han dejado de ser atractivos en los escenarios, porque se ha patrocinado a usanzas de experiencias en el exterior, a las mal llamadas barras que en más de una oportunidad se conforman de delincuentes que van a los escenarios deportivos a causar temor a los asistentes y a formar el caos.
Hemos visto en los últimos meses y años que los colombianos hemos cambiado de la noche a la mañana, no nos interesa el bien del país, pregonamos al mundo las cosas malas que tenemos y escondemos lo bueno, estamos de acuerdo con seguir en guerra por muchos años más o quizás para siempre, por intereses creados de algunos sectores de la sociedad y de los políticos.
No podemos tener buenos profesionales si no tenemos buenas personas, porque para ser bueno en alguna profesión debe tenerse valores y lo que se está carcomiendo al país es la corrupción y el deseo de que todo se le regale a la gente y que todo se alcance sin hacer nada porque ya no está la gente dispuesta a esforzarse y a mostrar sus buenas capacidades. Se cree que papá Gobierno debe dar todo y por eso protestamos por todo y dejamos abandonado el campo y los sectores de trabajo porque nos fascina vivir en medio del caos y de la tragedia.
Sabemos que la mayoría de la gente de la ciudad no sabe nada de la violencia que deben de padecer los campesinos, pero hablo de esos campesinos honestos que trabajan de sol a sol y que no piensan sino en sobreponerse a las inclemencias de la naturaleza y de la violencia para mantener el alimento que necesitamos los que vivimos en las ciudades y que no los valoramos.
Debía de haber asignaturas obligadas para aprender la música colombiana, conocer de nuestra cultura y las tradiciones que no se deben olvidar, porque como vamos, vamos a olvidar nuestra propia historia, y como dicen por ahí, “quien no recuerda su historia, está condenado a repetirla”.
Amemos nuestro país, creamos en nuestra gente, no sembremos el terror ni el odio, sembremos las cosas buenas y pensemos vivir bien, como buenos hermanos y paisanos, y no fomentemos el odio y la muerte.