No se gana sin jugar
Por Esteban Jaramillo Osorio
El talento llegó tarde. El error de cambiar diez jugadores, sin margen de maniobra en los relevos, se pagó caro. Derrota ante Costa Rica, débil rival eliminado. El plan B no funcionó y la teoría de foguear el equipo para la olimpiada, tampoco tuvo sustento, porque como demuestra la experiencia “cada día tiene un afán” y, en este caso, la prioridad estaba en ser líderes del grupo.
El rival se miró por encima del hombro. El ensamblaje del equipo alterno no se hizo con criterio y el capricho de preservar a los titulares, condujo a un estado de improductividad que llevó a los jugadores al desespero y a los entrenadores al nerviosismo. Que confuso estuvo Pekerman.
Las ráfagas de talento de James, Cuadrado y Cardona, no encontraron la ruta. Las jugadas tuvieron mayor preparación, pero el gol se escapó. Todo estaba consumado.
Regresaron las debilidades defensivas, en especial en el juego aéreo, mal sin solución. En evidencia quedó que es marcada la diferencia en el aporte de titulares y suplentes. Algo que con trabajo, o con una elección mejor, se debe corregir.
En medio de justificaciones, o reconocimiento de los errores, el panorama no se oscurece porque para ser campeón hay que ganar todo y a todos. Hay fútbol aun para creer y soñar. Un error, un tropezón, una caída, que no puede ser motivo para perder la ilusión, pero que deja huella y enseña.
Esta vez le pasó a Pékerman, ya le había ocurrido a Israel con Millonarios, por el desorden en las prioridades. Israel pensó en la semifinal local, sin asegurar el triunfo en cuartos. Mató el tigre y se enredó con la piel.
A propósito del torneo local, ganó Junior el derecho a pelear el título porque fue una montaña de fe. Creyó y ganó, con fútbol, sin confiar en milagros. Fue un canto a la solidaridad y la concentración. Lo espera el Medellín.
Perdió Nacional, lo que es noticia. Era el favorito. Se resintió por ausencias sensibles y porque su juego se trasformó. La victoria no fue aliada, los planes se enredaron, los jugadores perdieron rendimiento y reinaron el caos y la improvisación.
No siempre las manos de Armani suele ser milagrosas. De cuento no se gana y los triunfos no llegan sin bajar el bus.