martes noviembre 19 de 2024

Que se le aplique la eutanasia al elefante de Aerocafé UNO Y DOS

restrepo augusto leon marco-150x136Por Augusto León Restrepo

 Los aeropuertos tienen su gracia. No solo por el desfile de los pasajeros de las más diversas pintas y condiciones, sino por el atractivo que es el ver llegar y despegar aviones, avionetas, mononomotores y demás, que a la edad que sea, nos recuerdan que todos fuimos niños y seguimos en eso. Cuando en lejanas épocas llegaba a Bogotá, le pedía a quienes me recibían y despachaban que nos demoráramos un poco en las instalaciones de El Dorado, porque quería ver los aviones de las aerolíneas internacionales. Y para -les confieso- darme unas “montaditas” en las escaleras eléctricas, que hace apenas unos diez años o menos se instalaron en Manizales. Y recuerdo que al viejísimo y desaparecido aeropuerto de Santágueda, cuya historia semejante a la del aeropuerto de Palestina alguien tendrá que escribirla, iba con mi padre a presenciar las llegadas y salidas de los tetra y cuatrimotores, que transportaban a los riquitos de Manizales y del occidente de Caldas a la capital del país. Las neblinas del tiempo solo me permiten recordar que su pista fue alargada y que por debajo de ella se construyó un túnel por el que pasábamos los ansermeños cuando veníamos a Manizales y que se cerró o lo cerró la maleza varios años después de que Santágueda fracasó, sin que yo recuerde cuales fueron los motivos para ello. Allí hay cemento enterrado, tanto, como el que se necesita para pavimentar todas las carreteras de Caldas Tal vez el Dr. Gustavo Robledo Isaza, su inspirador y también de Aerocafé, lo recuerde o tal vez la Academia de Historia se interese por el tema y aclare por qué hemos sido tan de malas en las soluciones para el transporte aéreo. Ya más mayor, tuve oficina de abogado en asocio con el ex magistrado de la C. S. de J., Eduardo López Villegas, en el Edificio de la Caja Social de Ahorros, décimo piso, a un lado de la Catedral sobre la calle 23 de Manizales y hacia las cuatro de la tarde nos caía una abundante clientela , pero de amigos, que como nosotros, nos embelesábamos con la llegada del último avión procedente de Bogotá, precedido de una bandada de garzas, inmensa, como una gran nube de pañuelos blancos que se movía raudamente, y que iba a buscar dormida en unos árboles de Villamaría. Por estos días anduvimos en Pueblo Tapao, cerca de Montenegro, en el Quindío, en la preciosa finca San Miguel de propiedad de nuestra acogedora amiga Katía Giraldo Londoño, situada en un altozano desde el cual se avista Armenia y la cinta del Aeropuerto del Edén. Y en medio de aguardientes, chicharrones y canciones de Leonardo Favio, de Javier Solís, de tangos y boleros, ví, vimos, aterrizar y decolar hasta las once de la noche naves llenas de pasajeros que vienen cada semana a disfrutar de los milagros del Quindío.

DOS

Yo trato de viajar a Manizales por su Aeropuerto de La Nubia. Y si las cenizas del Ruiz o las nubosidades lo impiden, disfruto a plenitud de la ruta desde Matecaña, Pereira, que se hace en unos setenta minutos. Y me voy aproximando al tema principal. Hace cerca de un año, prometí no volverme a referir al flamante Aeropuerto Regional del Café o Aeropalestina. Que los muertos entierren a sus muertos, me dije. En la muy autorizada compañía de varios ciudadanos, cuyos nombres omito para no cometer el negro pecado de la exclusión, escribí sobre el fracaso de la magna y faraónica empresa aeroportuaria, lo que fue glosado por algunos, entre los cuales recuerdo a Hernando Salazar Patiño y Guillermo Gartner Posada. Pero las denominadas fuerzas vivas de la ciudad hicieron mutis por el foro. Ni los guidos ni los julianes, ni el Concejo manizaleño, ni la Alcaldía, ni la Asamblea, ni los parlamentarios, con excepción del representante Mario Alberto Castaño Pérez, ni Inficaldas ni Infimanizales, dijeron esta boca es mía. Y mientras tanto , la Contraloría General de la Nación , anuló las investigaciones sobre el despiporre fiscal en Aerocafé. Nadie dijo nada. Tal vez hubo tímidos debates en el seno del Concejo Municipal y de la benemérita Sociedad de Mejoras Públicas. Y ahora se vino de nuevo la Contraloría, pero ya contra la Aerocivil, según leí en un ejemplar de cortesía del diario La Patria, que me entregaron en el mostrador de Avianca de La Nubia hace ocho días, que me ratificó en lo que propongo hace ya largo tiempo: que se le aplique la eutanasia al elefante de Aerocafé . Veo que el Representante Arturo Yepes Alzate recoge documentación para adelantar un debate de control político. Habrá que oírlo, si es que logra que le respondan sus derechos de petición. Pero para que los lectores conozcan las graves deducciones de las investigaciones de la Contraloría contra la Aerocivil, les resumo un par de ellas. Los interesados en el asunto, pocos o muchos, vayan al farragoso texto original.  Dice el ente fiscal: “De acuerdo con conclusiones del estudio contratado por la Aerocivil en el 2014, el proyecto no es auto sostenible desde una perspectiva financiera y no genera beneficio socio económico debido al reducido volumen de tráfico de pasajeros”, y , “debilidades en la planeación de la obra, deficientes estudios económicos y sociales, y distintas situaciones que han afectado la ejecución, son las razones que explican la NO terminación de este proyecto, iniciado por Aerocafé hace más de 12 años, y donde la Aerocivil ha invertido aproximadamente 95 mil millones de pesos”. Y no más, porque ¡que pereza!

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