jueves julio 18 de 2024

Aerocafé/Opiniones sobre una opinión UNO Y DOS

05 julio, 2016 Económicas, Opinión

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Por Augusto León Restrepo

UNO

_ El Ingeniero Mario De La Calle Lombana nos escribió en relación con la columna ”Que se le aplique la eutanasia a Aerocafé”, que apareció publicada en Eje 21 hace unos quince días:

Augusto, El León:

Lo primero, y espero que no te molestes, es hacerte una pequeña corrección técnico-histórica. En Santágueda nunca llegó a aterrizar un cuatrimotor (tal vez sí lo intentaron en vuelos de prueba, pero esta fue negativa: la pista no daba para eso). Ese fue precisamente el primer round aeronáutico que perdimos con Pereira: Cuando a Santágueda solamente podían llegar los bimotoras, en Matecaña operaban con toda comodidad aviones más grandes. Por eso, mientras Avianca atendía nuestro aeropuerto con Douglas DC-3, a Pereira enviaba los DC-4. Y como a Santágueda se tomaba casi el mismo tiempo por tierra que a Matecaña (aproximadamente 50 minutos contra 60), y la carretera a Pereira era mucho mejor que la antigua ruta a Santágueda por La Linda, La Cabaña y Malpaso, eran muchos los manizaleños que se tomaban esos minuticos de más, pero por una vía de mucho mejores especificaciones, para acceder a los cuatrimotores DC-4, aviones más modernos, con más capacidad de pasajeros, con pasillos más amplios y asientos más cómodos y con más tripulación que los DC-3. No éramos muchos los que, por espíritu cívico y por apoyar “lo nuestro”, (¿o por masoquismo?) preferíamos ver en nuestros tiquetes aéreos los códigos “MZL-BOG-MZL” a “PEI-BOG-PEI”. Y allí empezó a desarrollarse mucho más ampliamente el tráfico aéreo de los pereiranos que el nuestro. Después llegaron a Pereira los Constellation, el DC-6 de Taxáder, los turbohélice Electra (de SAM y Aereocóndor), y finalmente los jet. Y entonces sí, apagá y vámonos.

Lo segundo, contarte que sí me enseñaste una cosa que yo no sabía. Yo creía que el túnel por debajo de la pista de Santágueda, cuya boca veía uno desde el carro cuando pasaba por la carretera, paralelamente a la pista, para dar la vuelta por el extremo de esta y volver hacia La Rochela y al edificio del aeropuerto, nunca había llegado a abrirse al tráfico. Que se había quedado inconcluso, como tantas obras del afecto de los caldenses, por haberse gastado alguien la plata en otras cosas. Ahora tú nos dices lo contrario, que el túnel sí llegó a funcionar, lo que suma un eslabón más a la interminable cadena de estupideces que nunca se le podrán perdonar a la clase dirigente de Manizales: ¿Por qué lo dejaron cerrar con lo que innecesariamente agregaron minutos al viaje de Arauca a Manizales? ¡No hay derecho!

Gracias por tu artículo. Voy a tratar de hablar otra vez del tema, aunque también me había propuesto no meneallo más. Y te confieso algo. Tienes que creerme: Dos o tres veces, en los últimos años, al viajar a Bogotá, me he regresado por avión a la Nubia, aunque me deje lejisísimos de Cali y de mi casa, por experimentar un placer que no me explico por qué, en esta época de deportes extremos, no se ha convertido en un atractivo turístico en sí mismo: pasar más bajito que el corredor polaco, sobrevolar Malabar y Aranjuez, rodear a San Cancio y… ¡aterrizar! en La Nubia. No me molestaré si me dices que estoy loco. Seguramente así es. Pero créeme que lo disfruto intensamente y me compensa con creces las cuatro horas adicionales de van que me cuesta el negocio.

Gran abrazo,

Mario

DOS

Por su parte, el Abogado manizaleño Pablo Felipe Arango se expresó de la siguiente manera:

Una opción diferente –tal vez no tanto-

Vuelve Augusto León Restrepo en su columna con el tema del Aeropuerto del Café, e intenta de nuevo provocar a los caldenses para que nos manifestemos sobre un proyecto que después de casi cuarenta años no deja de serlo. Habrá silencio Augusto León. Porque muchos temen, ante la absurda unanimidad que provoca la idea de un aeropuerto colgado en la montaña, ser descalificados. No se trata de, como cabría suponer a partir de la apatía que provoca su reclamo, que Aerocafé es aceptado por todos sino más bien de la simple desidia e incluso el franco temor de opinar sobre un asunto que pasó de solución a problema. Aunque sabemos que el proyecto es inviable, insostenible y absurdo, preferimos no advertirlo. Nadie quiere señalar la desnudez del emperador. Lo curioso es que no se conoce al emperador, a no ser que entendamos, y no parece tonto suponerlo, que el único emperador posible es el ego regional representado además por algunos líderes empecinados y otros tantos encartados. Pero no cabe duda, no al menos en quien haga un análisis desprejuiciado del proyecto, que este no es viable técnica y financieramente. No obstante lo más grave no son tales falencias que en cualquier lugar sensato haría retroceder a los dioses griegos, sino su absoluta falta de armonía con las preocupaciones regionales, pues Aerocafé constituye precisamente todo lo contrario, un grave inconveniente en el proceso de integración. Desconocer las inmensas posibilidades derivadas de una región integrada por más de tres millones de habitantes, ubicada de manera envidiable, pero sobre todo conformada por un inmenso talento humano en permanente formación, es cuando menos torpe.

Un aeropuerto realmente regional puede convertirse en el pretexto de ordenamiento territorial de los tres departamentos y el norte del Valle del Cauca. Podría, por ejemplo, construirse una red de trenes livianos y rápidos que integren todos los municipios que hubiere entre las tres capitales y el aeropuerto y podrían estos ser alimentados por cables aéreos. La dinámica social y económica interna provocada por esta movilidad sería por si sola revolucionaria.

Ser empecinados no es precisamente una virtud contemporánea. Vale ser creativos y arriesgados, pero nunca testarudos, menos cuando se trata de dineros públicos y del futuro.

Pablo Felipe Arango

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