La paz es el Hogar de todos
Por Juan Manuel Santos
Presidente de la República de Colombia
Colombia avanza por la senda de la transformación, y lo hace con la esperanza cierta de un nuevo futuro en paz.
Por eso en este periódico del Fondo Nacional del Ahorro, tradicionalmente destinado a dar buenas noticias del ahorro y de su utilización para que más colombianos tengan vivienda y educación, hoy hablamos de paz. Porque la paz es el hogar de todos. Es el techo que cobijará las aspiraciones de más de 48 millones de compatriotas. Es el refugio para nuestros sueños, pero no solo para nuestros sueños sino también para las realizaciones que construiremos desde ellos.
¿Quién, en Colombia, recuerda haber vivido un solo día sin tener noticias del conflicto armado? ¿Un solo día sin ver en la televisión o escuchar en la radio sobre enfrentamientos, bombas, soldados y policías muertos o heridos, y guerrilleros también muertos o heridos? ¡Cómo pudimos acostumbrarnos a esta barbarie! Porque la guerra siempre es eso: una barbarie. La guerra es la derrota de la razón y la deshumanización del hombre.
Hoy, por primera vez, luego de más de 30 años de intentos por los diversos gobiernos, vemos que un proceso de paz con las FARC está llegando a feliz puerto. Hoy, por primera vez, estamos viendo al final del túnel la luz radiante que nos anuncia el comienzo de un nuevo horizonte para nuestra nación: uno donde no nos matemos por nuestras ideas; donde todos podamos caminar juntos, así pensemos diferente.
La firma del acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, y sobre el procedimiento y cronograma para el desarme de la guerrilla ha sido la mejor noticia en mucho tiempo para los colombianos. Y no solo para nosotros, sino para el mundo entero, que ve con alegría la inminente terminación del último conflicto del Hemisferio Occidental.
¿Será la firma del Acuerdo Final la solución a todos los problemas del país? No, nadie dice eso. Será el comienzo de un periodo de arduo trabajo para construir la paz en cada rincón del territorio; para llevar los servicios del Estado a las zonas más golpeadas por la guerra; para sembrar en los corazones y mentes de toda una cultura de tolerancia y convivencia que reemplace a esa otra cultura de enfrentamiento y exclusiones que tanto daño nos ha hecho.
Ahora es cuando más necesitamos el esfuerzo del país entero para que la semilla de la paz crezca y se convierta en un árbol fuerte y frondoso que nos dé frutos de desarrollo y progreso social. Vamos a seguir trabajando por el empleo, por la reducción de la pobreza, por mantener el crecimiento de la economía, por aumentar las oportunidades para los más vulnerables, pero con una gran diferencia: ya no cargaremos con ese lastre pesado y odioso de la guerra.
Sin guerra, habrá más recursos para la educación, para la salud, para la vivienda y, algo muy importante, para la seguridad ciudadana, porque los hombres y equipos destinados a combatir a las FARC podrán destinarse mejor a proteger a los ciudadanos y a combatir los restantes factores de criminalidad.
Sin guerra, vendrán muchos más inversionistas y muchos más turistas, con lo que esto significa en generación de empleo. Sin guerra, Colombia entrará por fin al siglo XXI, con el orgullo de haber superado una tragedia que nos duró más de medio siglo.
Esa es la paz que queremos para todos: para los colombianos de hoy y, sobre todo, para los colombianos de mañana.