El Ojo del Halkón Castigos fuertes a los violentos del fútbol
Por Rubén Darío Mejía Sánchez
La línea de esta columna ha sido y seguirá siendo para tratar temas políticos, pero también los temas de seguridad y de interés para la comunidad tendrán cabida acá, porque es también de interés saber lo que está pasando en otros espacios de la ciudadanía que se ve afectada.
Como amante del fútbol y redactor deportivo por muchos años, me duele lo que está sucediendo con el fútbol a nivel nacional e internacional y ahora más en el país, en donde un grupo de desadaptados han hecho que el deporte de multitudes, como decía don Alberto Piedrahita Pacheco q.p.d.e., ha dejado de ser de multitudes en algunos estadios porque han sacado corriendo a la gente de bien y a familias enteras porque se han vuelto espacios de violencia en donde las mal llamadas “barras bravas” hacen lo que se les viene en gana, sembrando el terror no solo dentro de los estadios sino a sus alrededores y ahora más atreviéndose en masa a apoderarse de la cancha, lugar sagrado en donde se deben de solucionar los problemas, solo por parte de los jugadores y los árbitros de turno.
Solo había tocado el tema por la tangente, pero dos hechos sucedidos en menos de una semana, me hacen sentar al frente de este aparato que a veces me aleja las ideas, porque me siento más inspirado ante el sonido ensordecedor de mi Remington, a la que extraño tanto y en la que en las épocas doradas y comienzos de mi carrera como periodista no tuve que escribir ni comentar cosas tan dolorosas como lo haré a continuación.
Como dice el dicho, “el burro de adelante patea” hablaré primero de lo que le sucedió a uno de los miembros de mi familia, un muchacho sano, estudiante y trabajador, viajó desde la ciudad de Manizales a la ciudad de la eterna primavera (Medellín), viajó con sus amigos a disfrutar de la Feria de las Flores, estuvieron felices en el desfile de coches antiguos y en el de las flores, en los que se recrearon no solo por la belleza de la naturaleza, sino por el trabajo extraordinario de nuestros honorables campesinos y cultivadores de flores y donde recibieron aprecio y buenas atenciones por parte de las gentes de bien que son en su mayoría los que habitan la capital de la montaña.
Este muchacho con sus compañeros querían rematar la faena y como no rematarla, con asistir al estadio a ver un buen partido de fútbol en el que jugaba el Atlético Nacional; pero estas inocentes victimas cometieron un error garrafal, eran cinco y cuatro de ellos vestían orgullosamente la camiseta del Blanco Blanco de la capital de Caldas, que desprestigio, que grosería y no sé como calificarlo, el trato que le dieron los mal llamados “hinchas” del Verde Verde de la capital antioqueña, quienes como fieras los atacaron en el túnel, los hirieron y luego apareció la Policía para simplemente decirles que se salieran del estadio y de la ciudad lo más pronto posible porque no podían responder por ellos, porque los de la barra del Atlético Nacional los irían a asesinar; mi primo se salvó de la famosa golpiza simple y llanamente porque llevaba puesta una camiseta gris, le toco salir corriendo como alma que lleva el diablo por las calles de la Tacita de plata, y al encontrarse con sus amigos tomar su vehículo rumbo a la capital de Caldas en donde fueron atendidos por los galenos, pues fue tan grave la situación que la Policía los escoltó para salir y no les dio la oportunidad de que recibieran sus primeros auxilios en la ciudad de Medellín.
Primero que todo, PROTESTO, así con letra mayúscula porque soy hincha del Nacional a pesar de que nací en el departamento de Caldas y creo que estoy protestando por la gente buena que sigue al Atlético Nacional, que se ha calificado y reconocido como el equipo más copero de Colombia, pero que un grupo de desadaptados está haciendo que el color verde la montaña sea un verdadero desprestigio en vez de orgullo; y segundo, no estoy de acuerdo con la actitud de las autoridades, en especial de la Policía, porque debieron de actuar en defensa de los muchachos, por lo menos deteniendo e investigando al menos por unas horas a sus agresores y no saliéndose por la más fácil, pidiéndoles que salieran huyendo como delincuentes de una ciudad tan grande y progresista, que es considerada de grandes valores, como es la ciudad de Medellín; así como estamos, estamos muy mal porque se protege al delincuente y se deja abandonado al ciudadano de bien.
Amo a Medellín porque tanto mis padres como los abuelos de estos muchachos violentados son de esa bella tierra, pero no estamos de acuerdo ni con los regionalismos, ni con los pensamientos negativos de unos pocos que no van al estadio a disfrutar del buen espectáculo sino a sembrar el terror y la muerte.
Y ahora protesto nuevamente, no hay derecho que el Estadio de la 57, el Nemesio Camacho El Campin de la Capital de la República, en donde se han celebrado grandes victorias, se ha visto el mejor fútbol del mundo y en donde por primera vez vi un estadio grande y repleto de personas para ver el espectáculo del fútbol, hoy tenga de cerrar sus puertas por 6 semanas porque un grupo de delincuentes, porque eso son, no son hinchas ni seguidores del equipo, son enemigos del equipo, son personas que quieren son el mal y que viven para destruir no solo las cosas materiales sino la vida de sus semejantes.
No tienen razón cuando protestan tomándose la cancha, no tienen razón cuando siembran el terror en los barrios aledaños al Estadio y no tiene razón cuando esa violencia se esparce como pólvora a las diferentes localidades de la Capital.
No hay razón para que las medidas que se tomen, a pesar de lo fuertes que parezcan, no lleven sanciones policivas y judiciales para esos bandidos que visten la camiseta azul del equipo embajador de Colombia, porque recordemos que Millonarios no solo es el equipo de Bogotá, es el equipo que le ha dado nombre y gloria, igual que Nacional al fútbol colombiano a nivel internacional.
Decía el periodista Gonzalo “Chalo” González que se debía de castigar suspendiendo la transmisión de los partidos por televisión en donde jugara Millonarios, y no es una idea descabellada, porque estos malos hinchas se toman las localidades o los sitios cerca al estadio y al frente de un televisor que no es utilizado para ver el partido, sino para fomentar el odio y la violencia, se dedican a hacer destrozos y acabar con lo que encuentran, si los resultados no son los adecuados.
No voy a hablar de la crisis en la que está sumergido Millonarios, ese equipo embajador que una vez me hizo llorar, pero de felicidad en la ciudad de Madrid por un buen partido y por ser el representante de todo un país gracias al trabajo y el orgullo de un gran hombre del fútbol colombiano como fue don Alfonso Senior.
Casi se me olvida protestar también que mientras en Medellín se celebró civilizadamente el segundo triunfo del Atlético Nacional en la Copa Libertadores de América, en Bogotá haya habido disturbios y hasta una persona haya perdido la vida tras ese momento de gloria. No es justo y no hay derecho para eso; pero como alguien diría, qué se puede esperar de un pueblo que está totalmente polarizado y trata de hacer propaganda negra evitando que llegue la paz, porque parece que hubiera gente más interesada en que continuara esta guerra fratricida en donde por décadas nos hemos matado unos a otros entre los colombianos por x o y motivo.
Primero, nuestros antepasados comenzaron a meterse por los colores políticos porque era delito ser liberales o conservadores; luego por asuntos religiosos, posteriormente o en ese mismo espacio porque algunos son indios, otros son negros, otros blancos y otros amarillos, porque unos son de una tendencia sexual o otros de otra, y ahora porque unos quieren que llegue la paz y otros que si no se hace como ellos quieren, continúe la guerra, porque nos hemos vuelto tan insensibles; pero tan insensibles, que ya cuando no vemos sangre en las noticias creemos que los noticieros no son buenos.
Los medios de comunicación sí que hemos colaborado con eso, recuerdo cuando hablábamos de los periódicos amarillos y poníamos como ejemplo El Espacio y El Bogotano, y se comentaban de ellos que no podíamos tenerlos en las manos porque nos llenábamos de sangre y ahora la sangre nos entra por los oídos y por los ojos, siendo peor la situación porque nos hemos enseñado y estamos formando una generación en donde la muerte es el pan de cada día.
Se habla de sanciones internacionales en caso de volver a colocar rejas en los estadios, pero como van las cosas está cerca ese momento, porque no mostramos ser civilizados sino ser unos salvajes, que no formamos a nuestros hijos y las nuevas generaciones porque no se hemos dejado llenar de odio desde los diferentes sectores de la sociedad, desde el hogar, desde el sector político, desde las Cortes, desde el Congreso, desde todos los estamentos del Estado en donde es válido aquello de que “divide y reinarás”, en donde no está primando el bien común sino los intereses personales de unos cuantos.
Hace unos cuantos días uno de mis colegas escribió para nuestra agencia una columna comentando sobre las agresiones contra los periodistas en Colombia y horas después nos llamó a pedirnos que no publicáramos lo que había escrito o que lo desmontáramos de las redes sociales porque estaba siendo víctima de insultos y amenazas de esas personas que desde la oscuridad amenazan sin poner la cara. Como vamos, vamos mal y ahí sí como dicen “quien podrá defendernos”. Ya no podemos decir que el Chapulín Colorado, porque hasta éste está muerto.