La guerra es de encuestas Ganando también se pierde
Por:Octavio quintero
El Satélite
Bueno, la historia tendría que decir por alguna parte que el presidente colombiano de más baja aceptación popular de los últimos años, Juan Manuel Santos (2010-2018), puso fin a 60 años de la alzada en armas de las Farc, la guerrilla de mayor rechazo nacional en toda la historia de un país que siempre ha vivido de conflicto en conflicto desde la misma lucha por la independencia de España (1810).
Esa sería la primera lectura de la última encuesta de Invamer para la alianza de medios de El Espectador, Caracol Televisión y Blu Radio, en la que se revela que el 65,1 % de los colombianos no aprueba la gestión del Presidente, en tanto que el 85,8 por ciento tiene una imagen desfavorable de las Farc.
La paradoja política es que los colombianos estarían dispuestos a hacer a un lado sus opiniones desfavorables para votar SÍ en el plebiscito que aprobaría los acuerdos de estos dos, para poner fin al conflicto armado y buscar a partir de ahí una paz estable y duradera. En este sentido, la encuesta de Invamer revela que el 67,5 por ciento de los colombianos daría el SÍ, contra el 32,5 que votaría por el NO.
A pesar de la bullaranga armada en derredor del proceso plebiscitario, la encuesta de Invamer revela que si las votaciones fueran mañana, apenas el 31,1 por ciento de los colombianos saldría a votar, presentándose una escandalosa abstención del 68,9 por ciento. ¿Podría alguien explicarse semejante abstención para decidir la suerte del país a través de un plebiscito que, dicen, es el asunto colectivo más importante asumido por Colombia desde la caída de la dictadura del general Rojas Pinilla (1957)?
Haciendo hipótesis, si el potencial electoral de Colombia está en 34’213.457 millones (Registraduría Nacional 18/08/126), eso quiere decir que el 31,1% que saldría a votar correspondería a 10’640.385 ciudadanos; y de estos, según la misma encuesta, el 67,5 por ciento estaría por el SÍ. Poniendo esto en cifras concretas, tendríamos que un total de 7’182.260 aprobarían el plebiscito al superar el umbral del 13% del censo electoral que correspondería a 4’447.749 ciudadanos.
Sin pretender reabrir la discusión sobre el pobre umbral fijado para este plebiscito, pues, ya la Corte lo avaló, es decir, es caso juzgado, la encuesta de Invamer revela también, al menos en este primer resultado, que quienes clamábamos por un umbral de mayor participación electoral teníamos razón.
Nadie con razón podría sellar una discusión de tanta monta como ésta de liquidar a las Farc por la vía del diálogo, basado en tan pobre mayoría. Era imprescindible forzar la votación porque aquí el riesgo no es de perder o ganar sino el de sellar bien una discusión que envuelve la disyuntiva de paz o guerra.
Mucha frase ‘pambeliana’ se viene acuñando en pro de motivar el SÍ al plebiscito. Por ejemplo, esa de que es mejor una paz imperfecta que una guerra perfecta. Tal vez eso mismo le responderían en Versalles a Keynes cuando advirtió que estaban negociando una paz de la Primera Guerra Mundial, que colocaría a Alemania en el camino de una segunda guerra mundial. Digamos, sin dárnosla de profetas, que una paz avalada por tan poca gente como la que se desprende de la encuesta de Invamer, deja la puerta abierta a que mucha gente se sienta mañana no comprometida con los acuerdos y, entonces, una paz imperfecta sería la continuación de la misma guerra que hace 60 años tratamos de liquidar sin poder, porque precisamente, no es ni guerra perfecta ni paz imperfecta sino un remedo de lo uno y de lo otro: ni chicha ni limoná…
Basado en Invamer, lo único que un buen colombiano pude pedir es que al final del día del plebiscito haya una aplastante mayoría por el SÍ o por el NO. Dejar este asunto como en una calma chicha es dejarle a las futuras generaciones el mismo o más grave problema que esta última generación protagonista de los acuerdos de La Habana quiere resolver chamboneando.