‘Trumpeta’ apocalíptica
Por: Ricardo Rondón Ch.
http://laplumalaherida.blogspot.com.co/
En el Diccionario Esencial de la Lengua, Inglés-Español, de Espasa, la palabra trump orienta tres acepciones: 1. Naipes. 2. Jugar una baza. 3. Matar con un triunfo.
La tercera marca el presagio pavoroso que se veía venir antes del 9 de noviembre, y afina desde los inframundos los siniestros acordes del mantra que tiene en guardia a la humanidad.
¡Truuummmp!, el primer trompetazo apocalíptico que anuncia la nueva era de la Babilonia americana con la bestia de copetín dorado, cual nido golondrino, que ruge y se relame de poder como el león de la Metro Golden Mayer.
Vean ustedes en lo que transmutó, cuarenta años después, el primate de la Isla Calavera, de Sumatra, el abominable King Kong de la película de John Guillermin, que es raptado de su hábitat por los plenipotenciarios norteamericanos de una compañía petrolera, para exhibirlo en el corazón de Nueva York como una opulenta y atractiva estrategia del merchandise.
¡Ah!, los gringos, que son el reflejo patético de las criaturas que se han inventado por centurias en los estudios de Hollywood, desde Frankestein hasta Rico McPato, acaban de extenderle a todas luces la alfombra roja a la síntesis generacional de sus delirios, excesos y lujurias, Mister Donald Trump, símbolo de la prepotencia y la desfachatez, tan inseguro en sus dominios luciferinos como para marcar sus aviones con su apellido, como si se los fueran a robar, igual que ciertos niños ricachones, que de tanto aferrarse a sus juguetes, terminan en incontrolables crisis de histeria estrellándolos contras las paredes.
Trump dispone ahora del mundo a sus anchas para jugárselo en su casino de la Oficina Oval como le pique la gana: a la ruleta rusa con el caza-salmones de Vladimir Putin, el misterioso y temerario oso de las estepas; pero también con los dados recargados de uranio en el tapete rojo del adolescente armamentista Kim Jong-un; el rummy canasta que tanto fascina a la flemática inglesa Theresa May; y desde luego, el más apasionante , el de la furia de misiles con shas, ayotalás, y su plan secreto para acabar con el Estado Islámico en solo 100 días.
¿Le quedará tiempo a Trump para dirigir, casco en testa, el muro contra México? No creo. Así se lo pidan a gritos los niños pecosos y rubicundos de los high-school de Beverly Hills, el anunciado muro será leyenda como el túnel del Chapo Guzmán.
La agenda guerrerista de Mr. Donald con ISIS como objetivo prioritario, antes de que la ira de Alá destruya en Las Vegas sus casinos y hoteles con réplicas absurdas en drywall del Taj Mahal, la Torre Eiffel y la Gran Esfinge, seguramente no le alcanzará para enfrentar en la rayuela Castro-Chavista a los ancianos desmemoriados de Cuba, ni al antropoide circense de Maduro que, desde su guarida de Miraflores, ya presiente entre los brazos de Cabello el ruido acezante de las turbinas de los bombarderos USA Army.
¿Habrá chance en Colombia para asomarnos a un match de póker entre Santos y Trump? ¡Imperdible!, pero mejor que nunca se dé, no nos conviene, porque no obstante la fama de prestidigitador sin rival con las barajas que ostenta el Nobel de Paz, el Tío Sam en carne y hueso, última generación, tiene una mayor como tramposo profesional.
Que Dios coja confesados a los latinos de la Gran Manzana y distritos circunvecinos, y a los de Washington D.C. y sus alrededores, cuando el firmamento se vea tachonado de luces entrecruzadas de bengalas y bombardas, un espectáculo similar al que protagonizó con sus tropas en Bagdad el cejijunto depredador de George W. Bush al borrar del mapa, a sangre y fuego, la ciudad que inspiró Las Mil y una Noches con sus princesas hechizadas viajando sin rumbo sobre alfombras voladoras. La ley de causa y efecto jamás se equivoca.
Unas por otras: Media humanidad desaparecerá del planeta y se cumplirán al pie de la letra las profecías de Daniel. Está en mora que esta estirpe enferma y decadente se depure, se desintoxique, se purgue de tanta basura intestinal, pero más mental y espiritual, y que después del holocausto, como la historia lo ha demostrado, le devuelva al mundo una raza, sana y renovada, dispuesta a sembrar semillas redentoras, otras esperanzas, un aliento fresco de vida.
Donald Trump, con todo el poder henchido que revienta los botones de sus vestidos Salvatore Ferragamo, no sabe ni entiende -ni tiene por qué saberlo y menos entenderlo-, que él sólo es una ficha del indescifrable monopolio estratosférico, y que son los de arriba, los de bien arriba, quienes manejan a su antojo las reglas del juego.
¡Alá es grande!, dirán los de ISIS, mientras que las dulces beatas de Jericó (Antioquia), pasando las eternas cuentas en sus vespertinas de rosarios, se limitarán a murmurar, entre Padrenuestros y Avemarías: Dios sabe cómo hace sus cosas, mija…