jueves julio 18 de 2024

Nacional se desfiguró

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Por: Esteban Jaramillo Osorio

No fue por la tecnología que Nacional fracasó en Japón, como algunos discursos sesgados lo han querido sugerir. Al fin y al cabo, Colombia la pidió insistentemente hace un año, como elemento fundamental para ahuyentar el fraude en el juego.  Con ella castigó a tres actores recientes, Darío Rodríguez, Javier López y Jhon Mosquera, que pusieron a crujir con sus acciones el reglamento.

Las vanidades hablaron al oído de los verdes, la exaltación primó sobre la prudencia y su eterno rostro de campeón se desfiguró por la incapacidad para descifrar a un modesto rival, por su inseguridad en las dos áreas pese al dominio rotundo del balón, y la saturación de errores estratégicos para  planificar la competencia.

Dicho de otra manera, Nacional preparó su viaje, su turismo masivo, su juego final ante el Real Madrid, sin considerar el camino intermedio , inconsciente de que los demás rivales también generaban peligro. “Ensilló la mula sin tenerla” como recalcaron en el pasado los abuelos y campesinos paisas. Se adecuó para participar, pero no para competir.

Que diferentes fueron el Nacional de Maturana y el Once Caldas del “Profe Montoya, cuando aún se programaba “La Intercontinental”, una copa a un partido con dos grandes protagonistas mundiales, de mucho más perfume, que arrojó para los nuestros un saldo digno, con finales intensas, trepidantes, llenas  suspenso y drama. Aquella vez se jugó mejor al fútbol, se  trabajó con mayor seriedad y a punto estuvieron ambos de alcanzar la cima.

El Nacional actual, sobrado  de recursos,  se contaminó. No logró identificar los rasgos de  equipo contundente, ganador, porque abrió la puerta a facetas desconocidas, dentro y fuera de la cancha. Los medios inconsecuentes prepararon el torneo haciendo del equipo un campeón sin competir, empecinados en retóricas de triunfo distantes de diagnósticos reales, lo que hizo más dura caída.

Un tropezón  cualquiera da en la vida, se dirá. Pero otro era el saldo que los aficionados esperaban y pretendían. De allí la desazón. Maquillar la caída, con justificaciones pueriles, en lo que tantos colombianos son expertos, equivale a esconder la cabeza como el avestruz.

No es el fin, no es una encrucijada, no es un fracaso global, pero si es una mancha difícil de borrar en un año esplendoroso para Nacional que por un día deformó su rostro de campeón.

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