miércoles diciembre 18 de 2024

La ética en los negocios

 Por: Jorge Emilio Sierra Montoya (*)

  Diálogo con Hans Küng, uno de los más importantes pensadores sociales del mundo en el último siglo y padre de la ética global, fundamento de la Responsabilidad Social Empresarial.

La clave del éxito empresarial

¿Por qué es importante la ética en la economía y en las empresas?, fue la pregunta que se le formuló, a quemarropa, a Hans Küng, uno de los más importantes pensadores del último siglo en el mundo, quien presidió en Bogotá la Semana de la Ética Mundial en la Economía y la Política.

El interrogante no lo tomó por sorpresa. A decir verdad, fue como si la esperara. “Ni la economía ni las empresas tendrán éxito sin las normas éticas”, respondió de inmediato en un español claro, fluido, aunque con el correspondiente acento alemán.

Y pasó a explicar esa frase, dentro de un estilo didáctico, de experto profesor, que exhibe en sus múltiples obras publicadas (algunas de ellas, auténticos best sellers en diversos idiomas), en sus conferencias a lo largo y ancho del planeta o en centros educativos tan prestigiosos como la Universidad de Tubinga.

Explicó primero, sin embargo, que hoy estamos frente al fenómeno de la globalización y que ésta es por tanto un hecho innegable, inevitable e irreversible, cuyos efectos son tanto positivos como negativos, según tiende a admitirse -aclaró- “por mucha gente”.

Ahora bien, es para evitar precisamente los efectos negativos de la globalización, donde entran en juego, o deben entrar, los aspectos éticos, como él lo ha planteado con insistencia.

Y no es que lo anterior implique -observó- un serio obstáculo a la actividad empresarial sino, por el contrario, es clave, factor determinante, vital, para que las empresas tengan éxito en el largo plazo, al igual que las economías.

Así quedaba confirmada, sin rodeos, la validez de su afirmación inicial.

Capitalismo de casino

Según Küng, hoy existe enorme incertidumbre sobre el futuro del mundo, tras las dos ideologías, de izquierda y de derecha (marxismo y nazi-fascismo, cabe anotar) que en el siglo pasado pretendieron dominarlo con base en criterios presuntamente científicos.

Y aunque ambos sistemas totalitarios se fueron a pique, no por ello ha desaparecido la amenaza de la destrucción de la humanidad, más aún cuando los dirigentes de turno no presentan sino “soluciones banales”.

“El mundo está ante un paradigma en la política, la economía y la vida social”, es una de sus tesis centrales, que remata en forma concluyente, abriendo paso a su teoría, acogida hoy por la Organización de Naciones Unidas (ONU): “Es un momento oportuno para retomar la visión espiritual y ética”, descartando de antemano que se trate en este caso de una nueva utopía”.

“Mi proyecto de ética global -observó con entusiasmo- se propone lo contrario: nada que sea irrealizable o un programa para soñadores y moralistas”.

Es el redescubrimiento de la ética, en sentido estricto.

Se trata, pues, de una ética global, la cual resulta bastante útil para que las empresas desarrollen estrategias de largo plazo a partir de la visión, básica a su vez, como es sabido, en la planeación estratégica.

Fueron las tesis que él expuso en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) y que ahora complementa con planteamientos críticos, en ocasiones demoledores, sobre las empresas, los empresarios y la economía, como los formulados en la conferencia sobre Ética en la Economía, dictada en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá.

En efecto, ahí puso en tela de juicio el narcicismo característico de algunos empresarios y ejecutivos, quienes poseen -declaró, ofendiendo con seguridad a varios de sus oyentes- una valoración excesiva de sí mismos, que exige el reconocimiento de los demás como seres superiores, mientras elaboran fantasías de éxito y un poder sin límites, digno, según piensan, del cumplimiento de todos sus deseos, por absurdos o desmedidos que sean.

Atacó, además, la economía actual por alejarse del mundo real, de la producción, para caer en manos de la especulación, del ánimo desaforado de los inversionistas o, en definitiva, del “capitalismo de casino”, donde la avidez del dinero y el temor a perderlo hacen de las suyas.

“Basta que la moral falle para que la economía y las empresas no funcionen”, anotó.

El Pacto Global

El fracaso de la moral genera corrupción, cuando no pérdida de confianza, fruto de la ausencia de Responsabilidad Social Empresarial.

Se requiere, pues, un nuevo orden económico global, reclamado en forma creciente por la comunidad, por la opinión pública, la cual espera no sólo que haya eficiencia económica, en los negocios, sino que estos se rijan por un “orden macroético”, por la ética global en que insiste a cada momento.

Que es donde radica su mayor aporte a la ONU, organización que adoptó tales criterios, desde la secretaría general de Kofi Annan, en su proyecto de Pacto Global –Global Compact-, el cual impone a las empresas un verdadero decálogo de la ética moderna, principio fundamental de la RSE.

Quienes suscriben dicho pacto se comprometen con el debido respeto a los derechos humanos, la eliminación del trabajo forzado o infantil, la protección del medioambiente, etc., principios válidos, en su concepto, a escala global, en todo el mundo, pues son necesarios para la convivencia de los pueblos y la supervivencia del hombre.

Tales compromisos son usuales -comentó en su conferencia, frente a un auditorio repleto de profesores y estudiantes universitarios- en las compañías multinacionales, aún en sus campañas de publicidad (que se realicen con transparencia y sinceridad), en la renuncia efectiva al soborno y en la no discriminación laboral por raza o sexo.

“Global Compact es un gran avance, pero todavía le falta mucho”, señaló con el espíritu crítico de que tanto hace gala.

Colofón

Para terminar, consideró legítimo que los empresarios busquen su propio beneficio, aclarando que “tampoco esto basta”; que las empresas dependen todavía bastante de sus directivos, a quienes se les debe exigir el cumplimiento de las normas éticas, las cuales encarnan la RSE a través de una cultura de la solidaridad y de un orden económico justo.

“Está consagrado el derecho a la propiedad, pero también ésta tiene obligaciones, en especial con los más pobres del mundo”, sentenció.

(*) Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua

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