martes noviembre 19 de 2024

Martín Elías, el ocaso de los ídolos

15 abril, 2017 Música, Variedades

El país vallenato llora la muerte de su ídolo Martín Elias, ocurrida durante un accidente de tránsito en carreteras de la Costa. Foto: portalvallenato.

Por: Ricardo Rondón Ch.

La Pluma & La Herida

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Si a Diomedes Díaz le dolió hasta el último día de su delirio insomne la muerte de su tío Martín Maestre, ocurrida en un accidente, con El Cacique al volante, el 1° de agosto de 1979, a escasos metros de la glorieta Pedazo de Acordeón, en Valledupar, uno no alcanza a imaginar el terremoto que se hubiera desatado en su trajinado corazón al enterarse del trágico desenlace de su amado hijo Martín Elías.

Este país, acostumbrado a acostarse emparrandado y a despabilarse con el alma hecha trizas por la fatalidad, da cuenta de otra lamentable pérdida para el folclore vallenato, la del menor de los cuatro hijos que Diomedes tuvo con su primera mujer, Patricia Acosta, en su orden: Rafael Santos, Diomedes de Jesús, Luis Ángel y Martín Elías.

Un muchacho, 26 años, con los mismos guiños de su padre, la sonrisa candorosa para su familia, sus amigos y su público, y el duende y el torrente de voz que lo tenían posicionado, con el acordeón de Rolando Ochoa (hijo del gran Calixto), como el número uno en la provincia y en la Costa, y en cuanta talanquera, tarima y gallera lo programaran, como ha sido la tradición de los juglares en las casetas macondianas de amanecida, donde la fanaticada se queda dormida de pie y con los ojos abiertos, como en un arrebato místico, todo por no perderse una movida de sus ídolos.

Martín Elías tenía el duende, los gestos y la teatralidad de su padre, el Cacique, además de su portento de voz. Foto: Intervallenato

Fue por Martín Maestre y en su homenaje postrero, que Diomedes Díaz bautizó con ese nombre a Martín Elías. Y por varias razones: por ser el hermano más querido de la vieja Elvira, su mamá, y porque desde chico le inculcó el vallenato luego de descubrir su talento como vocalista.

La muerte de Martín Maestre no solo cundió entre estudiosos y seguidores de la melodía vernácula de ese entonces, sino muchos años después, cuando la fanaticada en vilo no se perdía un capítulo de la serie para televisión Diomedes Díaz, el Cacique de la Junta.

Justo cuando muere Martín Maestre en la serie, uno de los episodios más impactantes para los televidentes, el propio Martín Elías, ya hecho figura, rescató el recorte del fatídico registro del periódico El Universal de Cartagena, y lo compartió en redes con unas sentidas líneas:

“Este fue el periódico que salió el día en que fallece el tío Martín Maestre, el día 1° de agosto de 1979, antes que naciera mi hermano Rafael Santos. Por este tío es que llevo mi nombre, y es la vena artística de la familia. Él fue quien le inculcó a mi papá esto de la música. Faltaba poco para que mi papá grabara con él. Y mi papá nunca se olvida de eso. Es más, quedó marcado para toda la vida. Que Dios lo tenga en su gloria”.

Tanto quedaría marcado, que Diomedes prometió no volver a conducir en su vida, y así lo cumplió hasta el día de su fallecimiento, el 22 de diciembre de 2013.

Recorte de prensa que registró la noticia de la muerte del compositor Martín Maestre, tío de Diomedes Díaz, ocurrida en similares circunstancias automovilísticas. Foto: Archivo particular

Treinta y ocho años después, como por una siniestra premonición, Martín Elías Díaz Acosta, el cantante que desataría El Terremoto con su vozarrón y su carisma, el hombre que amaba los carros (tenía cuatro camionetas de alta gama), perdía la vida en las mismas circunstancias.

Cuando falleció Maestre, Diomedes conducía su camioneta y lo acompañaba un primo, su manager Dagoberto Suárez, y el Cacique Pillayo, su guacharaquero.

En la mañana funesta del 14 de abril de 2017 (viernes santo), Martín se desplazaba con Rafael Díaz, su primo; Rafael Rico, su asistente, y su conductor.

En el accidente de Maestre, Diomedes no alcanzó a ver un montículo de asfalto y se montó encima. El impacto hizo que salieran disparados Pillayo y Maestre a la carretera. El tío querido se llevó la peor parte.

La tragedia de Martín Elías tiene un título sin lugar a rebatir: Irresponsabilidad. Por dos factores: primero, la desmesurada velocidad en carreteras de la Costa, en un tramo tan complicado como el que de Tolú viejo conduce a San Onofre, y en una vía lamentable como la que cubre el corregimiento de Aguas negras, en el departamento de Sucre.

Cómo sería la velocidad del automotor, que las llantas se estallaron ante la frenada, y Díaz Acosta salió expulsado por la ventana. La maldita corrupción administrativa también tiene la culpa: ¿A qué cuentas personales van a parar los dineros de los peajes? Investiguen señores procuradores.

Segundo: a quién le cabe en la cabeza que luego de una jornada tan larga y fatigosa como fue su última presentación en las playas de Coveñas, que finalizó hacia las siete de la mañana, estos muchachos se bajan de la tarima para abordar la camioneta y emprender un largo y agobiante trayecto.

La fórmula triunfadora que quedará en la memoria perdurable de sus miles de fanáticos: Martín Elías y Rolando Ochoa, su acordeonero. Foto: Portal vallenato 

En El ocaso de los ídolos, ensayo del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, hay una cita patibularia que habla de la alegría del aniquilamiento, de ese retorno trágico del hombre al lugar donde partió una vez.

Esa alegría del aniquilamiento no es más que la certera metáfora del país que nos acontece, que avanza a palos de ciego, de tumbo en tumbo, con una euforia precipitada y sin medir consecuencias, con  un desfogue desesperado del espíritu que no encuentra sosiego ni siquiera en un día destinado por tradición al silencio, a la reflexión y al recogimiento. Un país propenso a celebrarlo todo, a acapararlo todo en un instante, y a terminar desconcertado y con las manos vacías.

Las imágenes de los noticieros así lo demuestran: ayer el festejo enardecido alrededor del ídolo de multitudes, y a escasas horas, el tótem yacente y sangrante entre latas retorcidas.

No es el primero. En el pasado fue un Kaleth Morales en el fulgor de sus primaveras y con un futuro rutilante. Hoy, el hijo que más se parecía al ídolo de todos los ídolos vallenatos, Diomedes Díaz, en el esplendor de su carrera, con una abuela cariñosa, la vieja Elvira, una joven mujer, su esposa Dayana Jaimes, y dos críos pequeños que lo lloran.

Yolanda Rincón y su hijo Miguel Ángel Díaz, conocido como ‘El Cacique de la Lucha’. Foto: Archivo particular 

Como lo lloran sus cientos de fanáticos de las capitales, municipios y veredas de la Costa, y de otras regiones de Colombia, la mayoría gente humilde y silvestre que lo acompañaran en caravanas y romerías a su última morada en Valledupar, como lo hicieron con Kaleth Morales el 24 de agosto de 2005, como sucedió con la diosa vallenata Patricia Teherán el 19 de enero de 1995; con Leonardo Gómez, compañero musical de Kaleth, el 14 de enero de 2008; con Jesús Manuel Estrada, vocalista de Los Diablitos, el 12 de noviembre de 2003; y como continuarán haciéndolo si de una vez por todas no se aprende la lección de la mesura, del equilibro y la prudencia, de ese de nada demasiado que pregonaban en las ágoras los antiguos sabios griegos.

De eso puede dar fe Miguel Ángel Díaz Rincón (30 años), el hijo milagro de Diomedes, el Cacique de la lucha, lo llaman, fruto de su relación con la sogamoseña Yolanda Rincón Sánchez.

Conozco a Yolanda de tiempo atrás. Regenta un modesto almacén de plásticos en la avenida Caracas con calle 18, de Bogotá. Estuvo a punto de perder su retoño por una enfermedad demoledora: globuloesclerósis focal segmentaria, un síndrome nefrótico que destruye los riñones.

Para ella y su retoño fueron años de viacrucis, de extenuantes y prolongadas sesiones de diálisis en medio de las premuras económicas, y para Yolanda, del rol enajenante de ser la otra, y de tener que llevar la cruz en solitario y en silencio, no obstante, las ayudas esporádicas que recibía de Diomedes.

Uno de los compromisos cercanos de Martín Elías y Rolando Ochoa que quedó en veremos

Pero su coraje y amor maternal hicieron el milagro, cuando los galenos aseguraron que, de no producirse un trasplante, el joven tenía mínimas posibilidades de vida. Yolanda le donó uno de sus dos riñones el 12 de mayo de 2012, no sin antes haber hecho un convenio secreto con Cristo Jesús.

A partir de ese momento, la vida les cambió por completo. Yolanda y Miguel Ángel están al frente de su propio negocio. El joven, con sumos esfuerzos, se recibió como administrador de empresas. No tendrá los lujos, las cadenas, los relojes de oro y las camionetas de alta gama de sus hermanos henchidos de fama y espectacularidad, pero basta su sonrisa diáfana y su mirada sincera para expresar el alborozo y la gratitud que siente por la vida.

Y él y su señora madre saben que esos favores no se adquieren con todo el dinero del mundo, sino con la fe, el amor inconmensurable y la palabra divina. Por eso para los dos siempre estará dispuesta la Biblia sobre el mostrador de despachos.

Juan Carlos Travecedo Solano, consultor-manager de Jorge Celedón, conoció de niño a Martín Elías y lo pondera como el mejor hijo, el mejor hermano, el amigo incondicional:

“Sostenía a su señora madre, y era pródigo con los familiares, primos y allegados de escasos de recursos. Tenía un poder de convocatoria igual que el de su padre Diomedes. Cuando se preparaba una celebración, como los cumpleaños de Javier Fernández, director de Olímpica Estéreo en Valledupar, por quien profesaba gran admiración y gratitud, sólo Martín Elías era capaz de reunir tantos amigos, la mayoría dispersos o extraviados. Era ver al Cacique en su calidez, en su teatralidad y en sus ademanes. No cabe duda: el digno sucesor de Diomedes”.

Seguramente, hasta en su sino trágico…

30 éxitos de Martín Elías:  bit.ly/2nObkUT

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